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¡3.000 niños desplazados!

Aura Lucía Mera
26 de septiembre de 2016 - 08:26 p. m.

Esta desgarradora noticia no es de hoy. Gabriel García Márquez ejercía su oficio de periodista. Corría el año de 1955. El general Gustavo Rojas Pinilla gobernaba la nación. El coronel Cuéllar Velandia era gobernador de Tolima.

Ese año, militares que ocupaban altos cargos públicos, en asociación con caciques conservadores, iniciaron clandestinamente operaciones de “contrainsurgencia” en Cunday y Villarrica, desplazando a la fuerza a campesinos liberales hacia el Meta y los Llanos. Las élites sociales y el general apoyaban y dirigían la “Operación Exterminio” contra campesinos de, hasta entonces, pacíficas regiones agrarias: Pandi, Melgar, Carmen de Apicalá, Villarrica, Cabrera y Cunday, porque, según palabras del propio dictador, “estos liberales y comunistas son verdaderas fieras humanas en quienes se ha pervertido todo sentimiento humanitario y sólo buscan satisfacer sus bajos instintos”.

Así se escribe uno de los episodios más dolorosos de nuestra historia, “La guerra de Villarrica”, una de las 46 masacres en Tolima bajo el régimen del general. Cito apartes de la crónica escrita por García Márquez:

“Aviones militares distribuyeron desde el 4 de abril los volantes: a partir de hoy, hasta nueva orden, todo el oriente del Tolima quedó comprendido en la zona de operaciones militares”.

“Ya en mayo Villarrica era una población agonizante. El comercio liquidado. Ya varias familias habían optado por el éxodo “voluntario”. Desde el primer momento los niños de Villarrica empezaron a ser víctimas de la situación”.

“1.200 exiliados habían llegado en camiones del Ejército. Todos sus habitantes evacuados hacia Ambalema o Ibagué. Las escenas son impresionantes por cuanto los millares de evacuados llegan sin sus enseres, mal vestidos, llevan en sus rostros las huellas del sobrecogimiento”.

“Helí Rodríguez tiene dos años de edad. Apenas puede decir su nombre. No sabe nada de nada. No sabe dónde se encuentra. No sabe por qué lo trajeron. Ignora por completo el paradero de sus padres”.

“Uno de los mayores sabe que su padre nunca regresó al rancho desde hace dos meses. Siguió viviendo con su madre cultivando verduras en su parcela. Un día su madre tampoco regresó a la casa. Los esperó en vano y con la ‘evacuación’ fue trasladado a Ambalema y de ahí a Bogotá. Lo único que sabe es que dentro de un año tendrá que abandonar el asilo y valerse por su cuenta”.

“La mayoría de los niños no tienen filiación. A duras penas saben expresarse. Desconocen su origen y el paradero de sus padres. Uno de ellos es un jorobadito de 12 años, llegó con tuberculosis”.

“Hay todavía casi 2.000 niños que están repartiendo las Fuerzas Armadas y no se sabe si recibirán su ración de mazamorra o fríjoles. Ya en El Amparo se dañó una de las estufas de carbón”.

Han pasado 60 años. Ya la violencia política había cobrado cientos de miles de muertos, entre conservadores y liberales, que pujaban por el poder político y económico, polarizando al país hasta la demencia intolerante.

La guerrilla de las Farc nace como tal diez años después, cuando al presidente Valencia le dio por bombardear “las repúblicas independientes de Marquetalia y Río Chiquito”.

Ayer, después de casi 70 años de matarnos (léase 1948), se formalizó en Cartagena el acuerdo de paz. Ayer empezó una nueva página para todos los colombianos. Ya depende de cada uno de nosotros. El 2 de octubre, en las urnas, decidiremos si continuar los ríos de sangre o abrirle el camino a la esperanza.

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