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¡Aceptar la incertidumbre construye paz!

María Antonieta Solórzano
11 de septiembre de 2016 - 02:00 a. m.

Sobrevivir en condiciones de guerra y violencia altera nuestro funcionamiento mental, nos quita la mirada amplia que la libertad ofrece y, en cambio, nos obliga a buscar pequeñas certidumbres para sostener la esperanza.

Cuando mantenernos vivos resulta la prioridad, aceptamos definiciones limitadas de nuestros derechos y la búsqueda de la calidad de vida es sólo un sueño que no nos atrevemos a albergar. Bajo condiciones de amenaza, el recuerdo de la confianza y de la autonomía se desdibuja.

Así, por ejemplo, al final de la Segunda Guerra, cuando los aliados llegaron a los campos de concentración, muchos de los prisioneros salían eufóricos, pero al poco rato regresaban al sitio donde habían estado cautivos. La crueldad dolorosamente había obnubilado su visión de futuro.

En otro contexto, es frecuente que si una mujer maltratada logra huir de los golpes de su cónyuge regrese a él, creyendo que lo ama y que lo perdona o, peor aún, que “libre” ya, ilusionada con una nueva relación, se enamore de otro que también la dañe.

Insisto, al permanecer por mucho tiempo bajo la sombra la violencia, los seres humanos perdemos la capacidad de tomar las riendas del propio destino, nos acostumbramos a “sufrir al amparo” del agresor.

Hoy, nosotros los colombianos que hemos “sobrevivido” en el rol de intimidados a más de 60 años de violencia y a 50 de lucha cruenta, con los que acabamos de hacer un acuerdo de paz, nos encontramos, como el día en que llegaron los Aliados a los campos de concentración, ante la posibilidad de reconstruir nuestra vidas recuperando el derecho a una convivencia libre.

Sin embargo, para que esta meta se logre resulta urgente que de manera personal cada uno de nosotros trascienda las formas mentales que la larga historia de violencia ha creadoen nosotros.

Ocurre que el terror y el miedo alimentan por igual el mecanismo de la idealización y de las predicciones de desastre, obligándonos a dividir el mundo entre buenos y malos, en aliados y enemigos. Polaridades sin matices, pequeñas certidumbres que nos conminan a explicaciones limitadas de nuestras opciones futuras.

Nuestra mujer maltratada enamorada de otro hombre matón está atrapada en una apreciación restringida de sus alternativas, fanática e impulsivamente idealiza el nuevo encuentro y ciegamente se entrega. Dada su historia de maltrato, no soporta la duda ni la incertidumbre, estados mentales de madurez necesarios para la construcción de la confianza y de un futuro en paz.

Para estar a la altura de nuestros descendientes y atrevernos a realizar el camino de la recuperación de la paz requerimos abandonar toda idealización que minimice los obstáculos y toda predicción de desastre que desestime las oportunidades.

 

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