Al oído de los señores

Patricia Lara Salive
27 de mayo de 2016 - 02:58 a. m.

Quizás muchos de ustedes, señores, estén un poco aburridos de oír a las mujeres protestar contra el maltrato y la violencia sexual de que son víctimas. Tal vez a la mayoría eso les suene a cantaleta o les parezca una algarabía sin sentido.

¡Pues no, señores!

Esta semana, cuando se conmemoró el Día Nacional por la Dignidad de las Mujeres Víctimas de Violencia Sexual, ante un auditorio repleto de damas, en el que desafortunadamente había muy pocos caballeros, se realizó el Festival por la Vida de las Mujeres, organizado por Jineth Bedoya, valiente periodista quien luego de nueve años de guardar su secreto, se atrevió a denunciar que, en ejercicio de su profesión, había sido secuestrada, torturada y violada por los paramilitares. Entonces allí salieron a relucir las historias y las cifras del abuso contra las mujeres en Colombia, mujeres que bien podrían ser sus mamás, sus hermanas o sus hijas, señores.

El problema es muy grave: según Medicina Legal, en el 2015 se reportaron en Colombia 1.007 asesinatos de mujeres, cerca de 16.000 casos de violencia sexual y aproximadamente 37.000 de violencia en general contra ellas. Pero las cifras reales deben ser mucho mayores. Por ejemplo, si bien entre el 2001 y el 2009 se supo de 500.000 casos de violencia sexual, se calcula que en ese lapso la cifra real de colombianas violentadas haya ascendido a los dos millones.

Y en el planeta la situación es peor: según Amnistía Internacional, una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física y/o sexual. Aproximadamente la quinta parte de ellas han sido víctimas de violencia sexual en la infancia y más del 40% de las mujeres abusadas han presentado lesiones a raíz de las violaciones.

Y el tema es grave no solo porque el abuso afecta la dignidad de las mujeres, sino porque sus secuelas impactan a la sociedad: las mujeres violadas tienen el doble de posibilidades de sufrir depresión, 13 veces mayores probabilidades de volverse alcohólicas y cuatro veces más de cometer intentos de suicidio. Es decir que las mujeres violadas tienen más posibilidades de educar hijos con traumas.

Sin embargo los hombres no parecen ser conscientes de la gravedad del asunto. Y las mujeres víctimas de abuso sienten vergüenza y culpa, y por eso esconden los hechos. Y así logran que los delitos sexuales continúen en silencio, sin recibir la indispensable sanción social que lleve a disminuir su práctica.

Y a pesar de que ha habido avances, como la promulgación de la ley 1719 del 2014, mediante la cual se adoptaron medidas para garantizar el derecho de acceso a la justicia de las víctimas de violencia sexual, la erradicación de ella aún está en pañales.

Es que mientras los señores no se den por enterados de que el tema les atañe; mientras no se den cuenta de que su valor radica no en su fuerza sino en su capacidad de construir familias sanas y sociedades en paz, la violencia contra las mujeres seguirá rampante.

Sepan que les llegó la hora de escuchar, señores: piensen en que cada mujer de la cual ustedes abusaron, o desearon abusar, pudo haber sido su madre… Piensen en que si dejan de privilegiar su fuerza y permiten que en ustedes crezca la ternura, serán imbatibles: ante nosotras y ante sí mismos.

Línea 155: atrévase a denunciar el abuso.

***

Exigimos la liberación inmediata de la periodista Salud Hernández Mora y de los demás colegas desaparecidos en el Catatumbo. Por más de que generalmente estemos en desacuerdo con sus opiniones, admiramos su valentía y su arrojo. ¡Ojalá vuelva pronto, Salud!

www.patricialarasalive.com

 

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