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Año del ajuste

Santiago Montenegro
11 de enero de 2016 - 02:00 a. m.

Como lo han reconocido casi todos los analistas, el 2016 va a ser difícil para la economía.

Buena parte del diagnóstico es ya bien conocido: durante más de una década tuvimos una bonanza de precios de nuestros productos básicos, tratamos dicha bonanza como si fuese permanente y ajustamos el gasto hacia arriba. Finalmente, la bonanza no resultó permanente, sino transitoria, y los precios de los productos básicos comenzaron a revertirse desde hace unos tres años. Pero el gasto se quedó arriba, lo que produjo un enorme déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos, de un 7% del PIB.

Este nivel es insostenible y, como tenemos la certeza de que los mercados externos de capitales no lo van a financiar indefinidamente, es imperativo reducirlo a una cifra que debería situarse, como máximo, en un 4% del PIB. Y, para hacerlo, se torna necesario reducir tanto el déficit del Gobierno como el del sector privado. Allí se generan los grandes dolores de cabeza, pues la distribución de la carga del ajuste no es necesariamente equitativa. En realidad, el déficit del gobierno está subiendo, lo que quiere decir que el ajuste recae principalmente sobre las empresas y los hogares.

De hecho, los mecanismos de ajuste ya están operando a través de una gran devaluación, de mayores tasas de interés y de mayor inflación, que opera como un impuesto sobre los que tienen saldos nominales en pesos. El Gobierno ha hecho un recorte de gastos, pero la caída de sus ingresos ha sido sustancialmente mayor, razón por la cual el mayor esfuerzo del ajuste está recayendo sobre el sector privado.

Un fenómeno similar ha ocurrido en todos los países grandes de la región, pero ninguno de ellos tienen déficits externos tan elevados como el nuestro. Quizá la diferencia radica en que países como Chile o Perú comenzaron a realizar el ajuste y a controlar el gasto más temprano, desde el 2012, en tanto nosotros esperamos hasta la segunda mitad del 2014.

El presente año estará dominado, entonces, por la forma específica que adopte este ajuste, incluyendo una posible reforma tributaria, pero también por los efectos del llamado fenómeno del Niño, que ya está causando estragos en varias regiones. La televisión ha mostrado los menguados niveles de los ríos Cauca y Magdalena, pero yo pude constatar en persona cómo el cauce del río Apulo, cerca de su desembocadura en el río Bogotá, estuvo completamente seco durante varios días, un fenómeno que, según varias personas mayores de la región, jamás habían visto desde que tienen memoria. La demanda de agua potable en las poblaciones vecinas, desde antes insatisfecha por los precarios acueductos locales, pero incrementada durante las fiestas por la afluencia de visitantes a todas las poblaciones de tierra caliente, hizo subir el precio de la oferta privada a $200.000 el carro tanque de siete metros cúbicos. Según observadores de esa región, jamás había alcanzado estos niveles de precio tan elevados.

Finalmente, la agenda del 2016 estará marcada también por la firma del acuerdo de paz de La Habana. Es un año, entonces, de dificultades, de retos y de desafíos muy grandes, lo que va a necesitar unas dotes inmensas de colaboración, de buena voluntad, de tolerancia a la opinión diferente, de transparencia y también de un gran arrojo para lograr acuerdos entre todos los sectores del país.

 

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