Apretar antes de soltar

Salomón Kalmanovitz
21 de marzo de 2016 - 02:00 a. m.

De las 15 demandas de la coalición sindical y social que organizó el paro del 17 de marzo, cuatro en especial agravarían los desequilibrios macroeconómicos que las autoridades económicas están tratando de conjurar.

El aumento de salarios por encima de la inflación haría que los precios se dispararan más de lo que la devaluación y el fenómeno de El Niño han propiciado. Reducir las tasas de interés contribuiría a aumentar el gasto que se volcaría sobre una capacidad para importar reducida, y con ello a un déficit comercial mayor que habría que financiar con nueva deuda externa. La oposición a una reforma tributaria, necesaria para reducir el déficit fiscal y mantener el gasto público financiado adecuadamente, nos llevaría a que nadie en su sano juicio nos preste dinero. Otra demanda contraproducente es la oposición a las importaciones de alimentos, cuyos exorbitantes aranceles han inducido a que el azúcar y el arroz eleven en más de 40% sus precios, desbastando todavía más los salarios.

Al otro día del paro, la autoridad monetaria volvió a aumentar su tasa de interés, explicando que la inflación no daba visos de debilitarse y que, por el contrario, la economía había crecido un vigoroso 3,3% en el último trimestre del año, según el DANE, algo inesperado que presiona más inflación. Sin embargo, el aumento del desempleo registrado en febrero y el fuerte deterioro de la confianza del consumidor sugieren una economía más debilitada de lo informado.

Una noticia relativamente buena que dio el banco central fue una reducción del déficit en cuenta corriente de 2015 frente al de 2014 de un 3,7%, gracias a que la remisión de utilidades se redujo, fruto del colapso minero. Sin embargo, la tendencia del déficit comercial sigue siendo preocupante: mientras que las exportaciones cayeron 36,6% en enero a US$1,840 millones, la reducción de las importaciones fue de 28%, contabilizando US$3.519 millones. Ese déficit mensual de más US$1.600 desvela al Emisor pues no es sostenible hacia el futuro.

Otra noticia alentadora fue el crecimiento industrial en enero de 8,2%, jalonado por la producción de Reficar que explica más de la mitad del desempeño, acompañado de vehículos, bebidas y vidrio (¿por el calor?) y cueros, aunque se contrajeron industrias básicas como hierro, acero y aparatos eléctricos.

El crecimiento de la economía en 2015 revelado por el DANE muestra algunas inconsistencias que eventualmente tendrá que corregir. En el cuarto trimestre del año, por ejemplo, la agricultura se pone a crecer al 4,8%, cuando ya estaba afectada por un largo verano. El valor agregado por el sector financiero aumentó 4,2%; este está constituido por salarios, que posiblemente se redujeron dado el desplazamiento de gente por cajeros automáticos y operaciones por Internet, y ganancias que seguramente se dispararon. El sector minero se redujo sólo 1,4%, lo cual es contra intuitivo. Para todo el año crecieron sectores de intermediación, como el comercio, además del mencionado sector financiero, más el de construcción (3,9%) que viene ajustándose a la nueva situación. En el último trimestre del año, la inversión no obtuvo crecimiento alguno, registrándose caídas en maquinaria y equipos de transporte (más de -5%), así que el consumo de los hogares fue lo único que creció.

La perspectiva es que el consumo también se restrinja por el desempleo y la inflación que lo penalizan. En todo caso, no es tiempo de soltar.

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