Bilardiana

Iván Mejía Álvarez
05 de noviembre de 2015 - 09:33 p. m.

Carlos Bilardo alebrestó el ego de los chilenos y les dijo que su selección no era tan buena como pregonaba Sampaoli. Que dejaban muchos espacios en defensa y en algunos partidos tenían problemas de gol y habían ganado la Copa América por centímetros.

Extraña declaración de uno de los cultores máximos del “resultadismo”. Chile es el campeón de América y eso es lo que vale y lleva seis puntos en la eliminatoria y ha marcado goles a porrón en los últimos partidos, aunque, eso sí, también es frágil defensivamente y le marcan goles en buena cantidad. En la Copa América, los mexicanos y los peruanos los hicieron ver mal por largos pasajes y en el último partido en Lima los hicieron sufrir en defensa.

De todas formas, la selección austral es fuerte, muy fuerte, tiene un colectivo que funciona bien y fundamentalmente posee una idea de juego, un estilo, una identidad, trabajada inicialmente por Bielsa y luego perfeccionada por Sampaoli. A Chile le gusta cruzar golpes y con ritmo, dinámica e intensidad, quiere jugar a cien por hora y esto conlleva mucha pérdida de pelota en zonas peligrosas y regalar espacios por las bandas con la subida permanente de sus volantes-laterales, Isla y Beasejour, que muchas veces quedan colgados. Cuando se abre la cancha permanentemente, cuando se juega a gran celeridad, quedan esos agujeros negros que bien explotados son muy importantes.

Enfrentar a los chilenos con el rombito de Pékerman en los últimos partidos y sin volantes netos de marca sería una locura, un suicidio. Controlar la circulación de pelota, la claridad conceptual, el fútbol que tienen Vidal y Valdivia, es una tarea irrenunciable y eso no se consigue con Cardona y Guarín. Tapar a los externos chilenos, Isla y quien ponga en esta ocasión Sampaoli, también es una obligación táctica. Y arriba hay que soportar a Sánchez y Vargas, tema difícil porque andan en un magnífico momento, sobre todo el del Arsenal, que viene de marcar golazos con su equipo en Inglaterra.

A Chile hay que manejarle los ritmos, bajarle las revoluciones, escondiéndole la pelota, aquietándole la intensidad. Tocar, tocar y jugar con orden y precaución defensiva, sin inútiles, estériles y arriesgadas aventuras de Fabra y Arias. Manejar ese 4-4-2 apretadito y solidario.

Después del pésimo partido planteado y dirigido por Pékerman en Montevideo, el técnico argentino tiene la oportunidad para mostrar sus dotes y meterle táctica y sentido común al juego con el mejor equipo de América hoy por hoy, así a Bilardo no le guste. Para jugar en Santiago es necesaria la bilardiana.

 

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