Bogotá, no todo es basura

Juan Pablo Ruiz Soto
14 de octubre de 2015 - 02:00 a. m.

Bogotá es una de las pocas ciudades grandes del mundo donde el manejo de los residuos domiciliarios y comerciales desbordó la capacidad de la administración pública. El último indicador, el insano botadero Doña Juana, está colapsando.

El próximo alcalde debe enfrentar y transformar la dinámica de producción y manejo de residuos. Hoy, quien produce desechables innecesarios y genera costos adicionales a la sociedad no paga por ello. Producimos basura de manera gratuita. Antes de la recolección, los recicladores informales rompen las bolsas buscando lo que es útil y, luego, los desechos movidos por el viento deambulan por las calles afectando la salud. Seguimos revolviendo todo. La clasificación en la fuente no es efectiva. El camión recolector mezcla todo, convirtiendo todos los residuos en basura.

El colapso de Doña Juana obliga al próximo alcalde —sin populismo y con valor cívico— a adoptar y ajustar el manejo de residuos domiciliarios y comerciales que tienen otras ciudades. El manejo de residuos ya está inventado y probado. Es cuestión de elegir un sistema y adaptarlo a nuestra sociología. El caos que ocurre en Bogotá sólo se repite en ciudades pobres de la India

En la capital, como en todos los municipios del país, el primer paso será prevenir la producción de residuos. Cuando ello no sea posible, hacer reutilización, reciclaje, generación de energía, producción de abonos y tratamiento. Adicionalmente —con un saldo que será mínimo—, definir su disposición final en alguna parte del mismo municipio, pues nadie tiene por qué recibir la basura de otros.

El inminente cierre de Doña Juana obliga a Bogotá a liderar un proceso que debe extenderse a todo el país y que debe incluir educación a la población en la necesidad de disminuir la generación de residuos y mejorar su manejo, enseñando al ciudadano que su manejo no termina cuando arroja la basura en una caneca. Es necesario un sistema participativo para su gestión integral. Promover una nueva forma de ver los residuos, más allá de reutilizar y reciclar, comprendiendo la necesidad de reducir el consumo de recursos naturales, materiales y energéticos. Debe combatirse el consumismo y el uso de desechables que tienen posibilidad de ser reemplazados por opciones ambientalmente sanas. Fortalecer el rol de la administración pública orientando acciones para la recolección selectiva, montando programas de separación en la fuente con incentivos y multas a quienes no lo realicen y a quienes manejen o dispongan de manera inadecuada los residuos, abandonándolos en áreas públicas o privadas que no estén autorizadas para ello. Promover la responsabilidad en el sector empresarial, con políticas claras para el rediseño de productos y la producción limpia, estableciendo impuestos y penalizando la producción de desechables innecesarios —ejemplo, botellas desechables para gaseosas y cerveza o uso de bolsas plásticas en tiendas y supermercados—. Promover el reconocimiento, inclusión y formalización de los recicladores como agentes fundamentales y parte integral en la recuperación de los residuos, dignificando su trabajo y armonizándolo con el interés social.

Debemos producir menos residuos y manejarlos adecuadamente, pues no todo residuo es basura. Esto permitirá programar el cierre paulatino de los rellenos sanitarios.

 

@Juparus

 

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