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Confesiones de intolerancia liberal

Nicholas D. Kristof
14 de mayo de 2016 - 04:29 a. m.

Los progresistas creemos en la diversidad y queremos que mujeres, negros, latinos, gais y musulmanes se sienten a la mesa con nosotros ... siempre y cuando no sean conservadores.

Las universidades son el fundamento de los valores progresistas, pero el único tipo de diversidad que las universidades pasan por alto es la ideológica y la religiosa. Estamos bien con quienes no se parecen a nosotros, en tanto piensen como nosotros.

Bueno, quizá eso sea un poco duro de decir. Pero veamos el caso de George Yancey, sociólogo negro y evangélico: “Fuera del mundo académico, yo me enfrento a más problemas por ser negro”, me dijo. “Pero dentro del mundo académico, me enfrento a más problemas por ser cristiano y eso es quedarme corto”.

He estado pensando en esto pues recientemente planteé públicamente en Facebook la cuestión de si las universidades estigmatizan a los conservadores y, con ello, socavan la diversidad intelectual. La reacción de desprecio que tuve de gente liberal como yo demostró mi argumento.

“Buena parte de la visión ‘conservadora’ del mundo consiste en ideas que empíricamente se sabe que son falsas”, afirmó Carmi. “La verdad, tiene un sesgo liberal”, opinó Michelle. “¿Por qué detenernos en eso? ¿Por qué no hacemos que la plantilla docente sea más diversa contratando idiotas?”, propuso Steven.

Para mí, esta conversación ilustró básicamente la arrogancia liberal: la implicación de que los conservadores no tienen nada significativo que aportar a la discusión. Mis seguidores en Facebook tienen una compasión increíble por las víctimas de la guerra en Sudán del Sur, por los niños sujetos a la trata humana, incluso por los pollos maltratados, pero no sienten nada de empatía por los académicos conservadores enfrentados a la discriminación.

Lo que está en juego no es solo la justicia para conservadores y cristianos evangélicos, sino el hecho de que los progresistas sean fieles a sus propios valores; no solo están en juego los beneficios que vienen de la diversidad (y podríamos decir que la diversidad de pensamiento es uno de los tipos de diversidad más importantes), sino también la calidad de la educación misma. Cuando las perspectivas están mal representadas en las discusiones, cuando algunos tipos de pensadores no están con nosotros en la mesa, las aulas se vuelven cámaras de eco más que tableros de resonancia. Y todos salimos perdiendo.

Cuatro estudios encontraron que la proporción de profesores republicanos en materias de humanidades va de 6% a 11%; en las ciencias sociales es entre 7% y 9%. Pueden encontrarse conservadores en ciencias y economía, pero prácticamente son una especie en peligro de extinción en campos como antropología, sociología, historia y literatura. Un estudio encontró que solo 2% de los profesores de literatura inglesa son republicanos (aunque una alta proporción es independiente). En cambio, un 18 por ciento de científicos sociales se dicen marxistas. Así que en ciertas disciplinas es más fácil encontrar marxistas que republicanos.

La escasez de conservadores parece impulsada en parte por la discriminación. Un estudio revisado por pares encontró que la tercera parte de los sicólogos sociales admitieron que si fueran puestos a elegir entre dos candidatos a empleo igualmente calificados, se inclinarían a discriminar al más conservador.

Yancey, el sociólogo negro que ahora da clases en la Universidad de Texas del Norte, llevó a cabo un estudio en el que hasta 30% de académicos dijeron que era menos probable que apoyaran a un solicitante de empleo si supieran que era republicano.

La discriminación es peor cuando el solicitante es cristiano evangélico. Según el estudio de Yancey, 59% de antropólogos y 53% de profesores de inglés dijeron que habría menos posibilidades de que contrataran a alguien que supieran que era evangélico.

“Por supuesto que hay prejuicios contra los evangélicos en los planteles educativos”, observa Jonathan L. Walton, catedrático Plummer de moral cristiana en Harvard. Evangélico negro, Walton señala que la actitud hacia los evangélicos refleja la condescendencia hacia las minorías raciales: “Los argumentos que escucho sobre los evangélicos suenan muy parecidos a la forma en que la gente a veces se refiere a las personas de color, es decir, poco avanzada políticamente, carente de educación, enojada, amargada, emotivas, pobre”.

Un estudio publicado en la Revista de Ciencias Políticas de Estados Unidos pone de relieve lo poderoso que puede ser el sesgo político. En un experimento, se les pidió a demócratas y republicanos que eligieran al beneficiario de una beca de entre varios finalistas (ficticios). El experimento estaba manejado de tal forma que a veces el solicitante se presentaba como presidente del club demócrata o del republicano, mientras que variaban sus antecedentes de estudios y de raza. Cuatro quintas partes de demócratas y republicanos por igual eligieron a un estudiante de su propio partido para otorgarle la beca; la discriminación contra miembros del partido contrario fue mucho mayor que la discriminación basada en la raza.

“Soy el equivalente de un hombre homosexual en Mississippi en 1950”, dice un profesor conservador en Passing to the Right, libro de Jon A. Shields y Joshua M. Dunn sobre los miembros conservadores del cuerpo docente. Esa es una metáfora que suelen usar los académicos conservadores, que hablan de ocultarse en el clóset al iniciar su carrera, para salir de él una vez que obtienen una plaza permanente.

Este prejuicio en los planteles educativos crea un privilegio para los liberales. Una amiga está estudiando para el examen de admisión en la escuela de derecho. La empresa que prepara a los estudiantes para ese examen les da un consejo a quienes van a presentarlo: las preguntas de comprensión de lectura generalmente tienen un matiz liberal y una respuesta liberal.

Algunos liberales piensan que los derechistas mismos se apartan de la trayectoria académica en parte porque son cazafortunas que prefieren profesiones más lucrativas. Pero eso no explica por qué hay profesores de matemáticas conservadores pero no muchos antropólogos de derecha.

También es una tontería liberal decir que no hay muchos conservadores o evangélicos inteligentes. Richard Posner es más o menos conservador y es uno de los académicos jurídicos más citados de todos los tiempos. Con su experiencia y su intelecto, Condoleezza Rice habría mejorado el departamento de ciencias políticas de cualquier universidad. Francis Collins es cristiana evangélica y afamada genetista que dirigió el proyecto del genoma humano y los Institutos Nacionales de Salud. Y si estamos diciendo que los conservadores pueden ser tolerables, pero no así los cristianos evangélicos ... bueno, lo que estamos diciendo en otras palabras es que habríamos discriminado a Martin Luther King Jr.

Jonathan Haidt, sicólogo social centrista de la Universidad de Nueva York, menciona datos que apuntan a que la participación de los conservadores en el mundo académico se ha hundido. Él lanzó un sitio web, Academia Heterodoxa, para propugnar por la diversidad ideológica en los planteles educativos.

“Las universidades son diferentes de otras instituciones, pues requieren que las personas se desafíen unas a otras de modo que pueda surgir la verdad de individuos limitados, prejuiciados y defectuosos”, afirma. “Si pierden la diversidad intelectual, o si establecen normas de ‘seguridad’ que tengan precedencia sobre los desafíos, desaparecen. Y eso es lo que ha estado sucediendo desde hace 25 años”.

¿Las universidades deberían ofrecer programas de acción afirmativa para conservadores y evangélicos? No lo creo, en parte porque los estudios han encontrado que los mismos académicos conservadores se oponen a esa idea. Pero es importante tener una discusión franca sobre la diversidad ideológica en los centros de enseñanza. Para mí, eso parece ser un punto ciego de los liberales.

Las universidades deben ser un centro de actividad de la gama completa de perspectivas políticas, de la A a la Z, no solo de la V a la Z. Así que quizá los progresistas deberían tomarse un tiempo para dejar de atacar al otro lado e incorporar aquellos valores que supuestamente aprecian —como la diversidad— en sus propios dominios.

* Columnista de The New York Times.

Facebook.com/Kristof, @NickKristof* 2016 New York Times News Service

 

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