Contra la paz, resistencia civil

Cristo García Tapia
19 de mayo de 2016 - 02:23 a. m.

No es contra Santos, ni contra el Gobierno, es contra la paz, contra los colombianos, la resistencia civil a la cual llama el ex presidente Álvaro Uribe Vélez.

Que de tal, de resistencia civil, no tiene el más mínimo viso como no sea el de una vanidosa y tosca pataleta de viudas gimientes de las clientelas, gabelas, sinecuras y privilegios de todo orden, en el que deriva el quehacer del poder en estas tierras vírgenes del decoro, la idoneidad, dignidad, probidad y honestidad, en su ejercicio y desempeño.

Y sí, ni más ni menos, una variante de las semánticas del Estado de Opinión, la política, de curso y uso permanente en el octienio de Uribe, cuya pretensión, desde luego, no predicaba objetivos y fines distintos de los de permanencia en la dirección del Estado y el Gobierno, a contrapelo de la constitucionalidad y legalidad que tal pretensión implicaba.

La resistencia civil de ahora, igual que la que antes promovía a su favor el mismo protagonista, no tiene el más mínimo fundamento que permita asumirla, cuando menos, en el componente legal que pudiere darle entidad y curso.

Y si del ético se tratare, ahí sí que patina hasta hundirse en la sinrazón, una resistencia civil que no tiene en el componente social y político de derechos conculcados y de violaciones de todo orden a los mismos, de falta de libertades, de defensa de la vida como fin supremo, el sostén que la interferencia de estos o la limitación de su ejercicio pleno y con garantías, pudieren soportar para emprender la travesía democrática de su rescate y plena vigencia desde la resistencia civil.

Esa vía, con las connotaciones de oportunismo político y de oposición al Acuerdo de Paz con las FARC, que inspira y mueve a la acción a su mentor, no es en el presente de Colombia el mecanismo idóneo que las dinámicas de la democracia, la situación de derechos humanos, de total vigencia de las libertades y derechos civiles y políticos, aconseja y avala.

Si, en cambio, lo fueron los movimientos de resistencia civil, sin brazo armado, que llevaron a miles y miles de colombianos a protestar y marchar en los sucesivos gobiernos de Álvaro Uribe Vélez, por los falsos positivos, las desapariciones forzadas, las privatizaciones de empresas del Estado, las reformas contra la educación pública y los derechos de los trabajadores, el espionaje contra la justicia en sus instancias más altas, la corrupción, el paramilitarismo y el narcotráfico, a cuyos voceros se les extendió patente de corso.

Pero si el ex presidente Uribe, a contrapelo de la legalidad y desafiando por las vías de hecho el Estado de Derecho, persiste en su pataleo de viuda gimiente, lo más seguro es que lo haga solo, pues los colombianos que el simula representar no van a salir a marchar por la guerra y a resistirse a la paz por la cual vienen clamando.

Y mucho menos y contra el Estado de Derecho, a darle visa a un Estado de Opinión que, al igual que escupía guerra y barbarie por la boca de los fusiles paramilitares de Castaño y las AUC, promueve leyes y paros armados, hace alianza con mafias y narcotraficantes, criminaliza la paz y hace de la guerra su interés supremo, por encima de la convivencia pacífica, el progreso y el desarrollo de todos los colombianos.

Poeta
@CristoGarciaTap
 

 

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