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¿Cortes corporativas?

Augusto Trujillo Muñoz
17 de junio de 2016 - 02:20 a. m.

El exceso de activismo judicial –que se ejerce dentro y fuera de sus providencias— y la ausencia de iniciativa parlamentaria –que difumina la idea representativa— conspiran contra los equilibrios propios del Estado de Derecho.

En Colombia se ha puesto de moda una especie de corporativismo judicial que funciona con independencia de la colaboración armónica entre las ramas del poder. Son éstas compartimentos estancos pero, sobre todo, lo es la rama judicial en su cúpula. Hace unos días la presidenta de la Corte Suprema de Justicia, en entrevista de prensa (El Tiempo, junio 5/16) le espetó una pregunta a su entrevistador: “Si yo tengo unas normas en mi casa para educar a mis hijos, ¿está bien que las reglas me las haga el vecino, sin consultar conmigo?”.

Increíble. Para la presidenta de la Corte Suprema, el Congreso no es la rama que legisla, la que define normas y diseña políticas públicas, sino un simple vecino que comete la impertinencia de fijarle normas a la Corte. Y el Congreso acepta esa ‘capitis diminutio’. ¿Acaso la Corte Suprema aceptaría que “sus vecinos” le insinúen cómo debe emitir un fallo? Si algo falta aquí son controles a la cúpula judicial y, a todo parecer, no es con su participación que tales controles deben adoptarse.

Como si lo anterior fuera poco, la Corte Constitucional se erigió no solo en corporación legislativa sino en poder constituyente. Los ejemplos abundan. De tiempo atrás enmendó la Constitución por la vía jurisprudencial, y prohibió al Congreso ejercer una de sus principales potestades constitucionales. Lo hizo a través del engendro rebuscado y artificioso de la sustitución constitucional.

Semejante teoría es una barbaridad política, jurídica, ética y lógica: Política porque rompe la sintonía de una sociedad cambiante con unas instituciones a las cuales petrifica. Jurídica porque aprisiona las políticas públicas en la camisa de fuerza de la cosa juzgada. Ética porque eso no fue lo que definió el Constituyente del 91. Lógica porque reformar, en idioma español, quiere decir volver a formar, es decir, modificar, sustituir, cambiar, enmendar.

La cúpula de la rama judicial está jugando con fuego. Como bien lo anotó Jorge Iván Cuervo (El Espectador junio10/16) en la definición de las políticas judiciales deben participar todos los órganos del Estado. Las dos cortes que aquí menciono le están enviando al país un mensaje preocupante porque detrás de él se perfila el rostro omnipresente de jueces que llegan al extremo de modificar la Carta Política sin importar los derechos adquiridos, la seguridad jurídica, la desviación de poder, la irretroactividad del derecho.

No sin razón la rama registra la más grande pérdida de crédito de las últimas décadas. Colombia representa una tradición jurídica ilustre en América del sur. Pero ahora sufre deterioro por cuenta de una peligrosa tiranía: la de la cúpula judicial que no siempre decide en derecho. Lo que el escenario de la rama ofrece no es esperanzador. Por el contrario, es una profunda desconfianza legítima.

*Exsenador, profesor universitario. @inefable1

 

 

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