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CyT: más de lo mismo (I)

Rafael Orduz
08 de marzo de 2016 - 02:00 a. m.

Eterno retorno: cada cierto número de años se elabora un documento Conpes juicioso y redentor, en el que se hace acto de contrición y enmienda por el escaso avance de la ciencia y la tecnología y su impacto en el bienestar y la productividad de la sociedad colombiana.

Las partes constitutivas de los sucesivos documentos Conpes, diagnóstico y política propuesta, se caracterizan por su carácter fundacional: “ahora sí” se convertirá Colombia en un país innovador que promueve el desarrollo científico y tecnológico.

En los intermedios se altera el esquema vigente del sistema de CyT, se cambia la adscripción de entidades como Colciencias, se crean fuentes nuevas de recursos. La última, la del 10% de las regalías, se anunció como una verdadera revolución: “En un hecho sin precedentes en el país, la ciencia, tecnología e innovación contarán con recursos como nunca antes, aumentando el porcentaje que el país ha dedicado a este rubro con respecto al PIB…” (El Espectador, Dic.22 de 2012).

El diagnóstico contenido en el que, probablemente, se convertirá en la brújula de la política de CyT para el período 2016-2025, es toda una confesión del fracaso de la política a lo largo del siglo. Algunos hitos del diagnóstico (coinciden, en el fondo, con el de García y Márquez y los sabios, de hace 20 años, y los de los sucesivos planes):

—La productividad en Colombia poco o nada tiene que ver con la innovación. La llamada productividad total de los factores no guarda relación con el índice global de innovación. Rajados.

—La capacidad de investigación en Colombia es, por decir lo menos, pobre, aún en términos latinoamericanos. Entre 2004 y 2014 la inversión total (pública y privada) en investigación y desarrollo fue de 0,19% del PIB. Brasil, Canadá y España invierten por encima del 1%; EE. UU.: 2.7%; Corea: 3%. Iberoamérica, en promedio: 0,87% (2013). Vergüenza.

—El capital humano para CyT es insuficiente. Hay 205 programas de doctorado en Colombia, aunque sólo cinco cuentan con registro de alta calidad (el 2,4%). De buena y mala calidad, en Colombia se graduaron 6,6 doctores por cada millón de habitantes en 2012 vs. 70,6 en Brasil y 43,7 en México. Qué pena.

Dos observaciones: la obsesión de pertenecer al “top” de América Latina: los más educados, los más innovadores. Ni los demás países se quedan quietos, ni América Latina es el mejor referente regional (ni en educación, ni en CyT; al contrario, es el bloque regional, con la excepción de algunos países africanos, más atrasado del planeta en una y otras). ¿Aspiramos al modelo de maquila en que se convirtió México o, mejor, al exportador de “commodities” en que se convirtió Brasil?

Finalmente, nos parece audaz pensar la CyT en un horizonte de nueve años (2016-2025). ¿Por qué no a 25, 30 años? Si una entidad modesta como Colciencias ha tenido cinco directores en los últimos cinco años (cada uno con su respectivo equipo, unos mejores que otros), es claro que la pregunta resulta ingenua e impráctica.

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