DARÍO ECHANDÍA: El gobernante, el parlamentario (XII)

Hernando Roa Suárez
20 de diciembre de 2016 - 02:00 a. m.

“Darío Echandía, en el Parlamento, fue el artífice de la transformación de nuestro derecho público, cuya evolución jurídica quedaría mutilada sin el testimonio contenido en este libro”. Moisés Prieto.

TOMO IV. EL GOBERNANTE, EL PARLAMENTARIO. Inicia este  Tomo con un artículo de Moisés Prieto: “El uso de la palabra” y contiene aportes del Maestro como gobernante y parlamentario. Aquí están sus intervenciones como: Presidente de la República; Ministro; Embajador en el Vaticano; Gobernador del Tolima y Parlamentario. Culmina el tomo con una entrevista: Echandía, político a su pesar, con Jaime Sanín Echeverri, publicada en la Revista Arco No. 158, Marzo-1974; y un reportaje radial transmitido por Caracol y publicado por El Espectador en julio 24 de 1978.

En uso de la palabra. Sostiene Moisés Prieto en su artículo introductorio: “La aparición del libro justifica no solamente la admiración que el país le profesa al autor por su inteligencia singular, sino que en el discurrir de su pensamiento tal como aparece aquí, se reconstruye la evolución ideológica de aquellos años en que el Parlamento forjaba un nuevo orden jurídico y aparejaba sus propias instituciones para las urgencias de la época”.

Posteriormente afirma: “Lo cierto es que el autor de este libro también llegó a considerar que los grandes trastornos económicos tienen una fuerza subversora en la vida social que bien podía equipararse a la originada en un levantamiento armado como justificativa de la declaratoria del estado de emergencia. En mi opinión, no andaba descaminado. Hoy mismo está perturbada la economía de los más poderosos Estados porque los Jeques, dueños del petróleo, lo distribuyen o lo tazan sin tener en cuenta el principio universal de que la propiedad tiene una función social como se consagró en nuestro Estatuto en la época que rememoramos”.

“Para ponerle fin a esta reseña sobre la participación del autor, doctor Darío Echandía, en las reformas constitucionales aprobadas, señalo dos intervenciones suyas que tuvieron especial resonancia: la primera, se refiere al régimen concordatario que se elevó a convenio internacional con las firmas Maglione, Echandía”.
“La segunda actuación a la que prometí referirme tuvo lugar en la Cámara de Representantes. En esa ocasión memorable alcanzó el clímax de la emoción inteligente al tratar el tema de la propiedad de la tierra y sus relaciones con el trabajo en los campos”.

Y concluye Moisés Prieto: “López Pumarejo por primera vez en Colombia desarrolló una política fundada en la importancia determinante de los hechos económicos en la transición histórica de gobiernos e institu-ciones. Darío Echandía, en el Parlamento, fue el artífice de la transformación de nuestro derecho público, cuya evolución jurídica quedaría mutilada sin el testimonio contenido en este libro”.

Paz, orden, concordia.[1] En este memorable discurso, pueden apreciarse: sus convicciones democráticas, vocación patriótica, consagración al servicio público, espíritu conciliador, eticidad y proverbial modestia. Leámoslo cuidadosamente:  “Al hacer la solemne promesa de fidelidad a la Constitución y leyes de la República, sé bien, excelentísimo señor, que solo a su virtud, a su imperio y a la fuerza que derivan de la conciencia democrática de Colombia debo esta exaltación, y me doy cuenta de que cuando nuestras instituciones republicanas, en su juego normal, colocan tanto honor y tanta responsa-bilidad sobre los hombros de uno de los ciudadanos menos ilustres y meritorios, se honran y aprestigian, y comprueban la augusta solidez de su estructura. Porque no se demuestra elocuentemente el vigor ni el arraigo popular de un orden jurídico cuando la nación aparece naturalmente dirigida en circunstancias comunes por sus más altos jefes, sus varones más eminentes, y sus habituales conductores”.

“He sido, excelentísimo señor, colaborador del Presidente López, y el país sabe hasta qué punto he compartido sus iniciativas, ejecutado su política y participado de sus ideas. Pero principalmente la nación recuerda bien cómo he procurado luchar para que muchos de los patrióticos anhelos del gobierno no se vieran oscurecidos por la pasión y mal interpretados por la intransigencia de la lucha política. Hemos querido aprovechar intensamente todas las circunstancias favorables para buscar un clima de acuerdo nacional, que no ha sido posible hallar. Pero el Presidente López, obligado ahora por íntimas razones personales que la República ha apreciado con hondo dolor, a ausentarse por breve tiempo del país, ha ido más lejos y se ha colocado, con esa actitud, por encima de su propia y reconocida grandeza humana cuando pide y quiere que la nación aproveche las circunstancias desfavorables que nos crea la necesidad de su ausencia para hallar ese ambiente que, no por su culpa, fue imposible crear antes de ahora. Y el gobierno temporal, que voy a presidir, excelentísimo señor, no ahorrará ningún esfuerzo para lograrlo, ni tiene una sola reserva que hacer en el camino de que los colombianos discutan, acuerden y resuelvan las cosas de la patria como las de la patria y no como accidentales intereses de sus partidos, de sus grupos o de sus clases sociales”.

“No habrá para el gobierno acto alguno oficial, de cualquier tiempo, que pueda considerarse excluido de investigación o libre de la censura del Parlamento, o que no esté el gobierno dispuesto a esclarecer, con todas sus consecuencias. El viaje del Presidente López, por su propia voluntad, no será una tregua para estas labores propias del Congreso y que constituyen la esencia de la misión, y yo considero que es deber de todos, de los que tienen la responsabilidad de gobernar, como de sus adversarios, la de ir a fondo, seriamente, con espíritu de justicia y de servicio público, al examen de todos los cargos que se hayan hecho, porque la conducta de los gobernantes no es patrimonio de ellos solamente, que ya sería respetable, sino de la Nación, cuyo interés está  en que no haya sobre ella incertidumbre, sino rigor justiciero.

Os ofrezco, señores miembros del Congreso, toda colaboración, porque ese es mi deber, y porque es apenas la retribución del ánimo generoso con que habéis querido recibir mi elevación a este cargo. Ofrezco a todos los partidos, a todos los grupos, a todas las tendencias políticas imparcialidad, igualdad de trato, ecuanimidad y justicia. Ofrezco a todos los ciudadanos al hacer más grande, el más voluntarioso esfuerzo del gobierno para impedir que en el breve tiempo de mi mandato no se hagan por culpa del Ejecutivo más desfavorables las condiciones en que están sirviendo a la grandeza y al interés de Colombia. Y a la República, que así premia y prueba a sus hijos más humildes, le prometo servicio abnegado. Dios, la patria, la opinión nacional representada en el Congreso, podrán demandarme el incumplimiento de estos votos sinceros”.

roasuarez@yahoo.com Miembro de la Paz Querida.

Referencia:
[1] Discurso para posesionarse como Presidente de la República en su condición de primer Designado.

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