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De La Habana viene un barco cargado de… ¡Champeta!

Julián López de Mesa Samudio
02 de junio de 2016 - 12:02 p. m.

Mucho antes de la Revolución Cubana, del puerto de La Habana zarpaban barcos hacia todos los rincones del mundo. En los años 30 y 40 del siglo pasado, algunos de esos barcos remontaban el río Congo para comerciar en Leopoldville (actual Kinshasa) y en Brazzaville, su ciudad gemela en la orilla opuesta del caudaloso río.

Para mitigar los efectos y las nostalgias de la larga travesía, los marineros llevaban consigo un poco de Cuba: cigarros, ron y música. Junto con sus mercancías aquellos barcos también dejaron en África al Trío Matamoros, a los Guaracheros de Oriente, a Guillermo Portabales y a tantas otras leyendas de aquellos ritmos que se han dado en llamar, genéricamente, son cubano.

Todo puerto, todo mercado, es crisol de culturas y las ciudades gemelas del Congo no fueron la excepción. Los antiguos LP cubanos empezaron a sonar en las primeras emisoras de los dos lados del Congo desatando una verdadera revolución; la música cubana era familiar para los congoleses –no en vano había sido a su vez producto del sincretismo cultural caribeño– pero incluía guitarras y arreglos melódicos novedosos para los africanos.

Las primeras bandas de rumba –como era conocida la interpretación fonética (pues en un principio cantaban imitando el español que desconocían por completo) de los temas cubanos originales– se formaron en la década de los 40. Sin embargo, pronto fueron influenciadas por ritmos tradicionales congoleños y por el jazz en boga por aquel entonces entre los funcionarios coloniales belgas. A principio de los años 50 se formarían las primeras Big Bands del género musical conocido como rumba lingala, las cuales introducirían instrumentos nuevos, así como letras en la lengua franca de la zona, el lingala.

A esta época se remontan las legendarias y aún vigentes TPOK Jazz y Les Bantous de la Capitale, quienes por más de 60 años han influenciado a varias generaciones de músicos alrededor del mundo. A finales de la década siguiente la rumba lingala había mutado de nuevo: el ritmo se aceleró progresivamente y la guitarra eléctrica dominó el ensamble; este fue el origen del soukous que desde los años 60 ha sido uno de los géneros musicales contemporáneos que más ha permeado ritmos caribes como el calypso, la soka, etc. (no es casual que Shakira haya usado una pista de soukous para el tema oficial del Mundial de Sudáfrica 2010).

En la última parte del siglo XX, el soukous y la rumba lingala llegaron a París siguiendo los procesos migratorios y contracoloniales actuales. Allí, en la metrópoli, su éxito fue rotundo. Lo extraordinario es que mientras el soukous seguía su evolución en París, paralelamente la salsa, otro descendiente del son cubano, seguía un proceso similar en Nueva York. La salsa y el soukous evolucionaron al mismo tiempo como hijos de La Habana pero lejos de ella.

Fue también a finales del siglo pasado cuando los LP de soukous llegaron a Cartagena y al Palenque de San Basilio; algunos viajeros que volvían de París traían consigo la música que llamarían luego terapia africana. Gracias a los picós de la noche cartagenera se ha ido desarrollando nuestra maravillosa champeta, profundamente influenciada por un ritmo congoleño, a su vez proveniente de ritmos cubanos que llevaron allí barcos que de La Habana subían por las turbulentas aguas del río Congo, no mucho ha, en tiempos anteriores a la Revolución Cubana.

 

@Los_Atalayas

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