Publicidad

Desgarrarse las vestiduras

Francisco Gutiérrez Sanín
22 de abril de 2016 - 02:02 a. m.

A veces nuestro debate público adquiere tonos decididamente cómicos. No sostengo que esto sea un fenómeno exclusivamente nuestro, ni que necesariamente sea malo. Pero en cambio sí creo que es sintomático: cada país genera las ridiculeces que es capaz de producir.

Van dos ejemplos recientes, que me han hecho reír mucho y que espero también diviertan al lector. El primero es el doctorado de Peñalosa. Los otros días este diario publicó una buena pieza de periodismo investigativo que, en esencia, mostraba que el alcalde podría haber inducido a error al público sugiriendo falsamente que tenía un doctorado. Como la evidencia que contiene el artículo no ha sido refutada, uno no puede dejar de exclamar: pobre, no tiene remedio. Simplemente no puede dejar de hacerlo. No me imaginé que seguiría un apasionante debate mediático, en donde participaron defensores y adversarios del burgomaestre. Muchos comenzaron a jugar con la idea de revocatoria. En países serios, afirmaron, jamás se permitiría nada semejante. Mientras la cosa se calentaba, terciaron unos doctorandos en Francia, con una carta que contenía referencias airadísimas a emperadores romanos y una cascada de citas de Michel Foucault. ¡Una noche después, Foucault se volvió tendencia en twitter! No tengo nada en particular contra el genial paranoico, que entre otras cosas era un gran escritor, pero esto de tenerlo de tendencia en nuestras redes sociales es una de las cosas más extraordinarias que he observado en mucho tiempo. Algunos twiteros uribistas comenzaron a rechinar los dientes: ¿acaso no era el tipo un enfermo moral, aparte de célebre subversivo? Para mi desencanto, las pasiones se calmaron rápidamente. Peñalosa no aclaró su asunto doctoral, y todos demostramos que podíamos citar con voz indignada a un francés famoso.

Más melancólico es el saldo del enfrentamiento verbal entre Juan Carlos Echeverry, presidente de Ecopetrol, y el profesor de la UIS Óscar Vanegas. De fondo había un asunto serio: la patética permisividad regulatoria del Estado colombiano, que da licencias de explotación minera a diestra y siniestra sin control aparente. Este es un ejemplo brutal y continuo de nuestra debilidad estatal (Electricaribe es otro). Echeverry abrazaba la insostenible posición de que la licencia de la Sierra de la Macarena estaba bien concedida; Vanegas se oponía a ella. A Echeverry se le salió el cobre, y trató de cerrar el debate con un elitismo primitivo y tonto, pero que también revelaba grandes dosis de inseguridad y de incapacidad de razonamiento adulto. Además el acto era indeciblemente torpe, porque Vanegas aparentemente está relacionado con una de las pocas organizaciones sociales significativas que de hecho defiende de manera abierta la explotación de hidrocarburos bajo condiciones de regulación (ni qué decir tiene que la UIS es una excelente universidad; Echeverry simplemente no tiene cómo simular el gestico de que la está mirando por encima del hombro).

Al día siguiente, y bajo la presión de la opinión pública, se echó atrás la concesión de la licencia. El profesor Vanegas respondió con chispa e inteligencia a los agravios de Echeverry. Esto hubiera podido impulsar un importantísimo debate sobre hidrocarburos, desarrollo y medio ambiente, sobre las capacidades regulatorias de nuestro Estado, y sobre la necesidad de encontrar un punto de sensatez en las políticas públicas relevantes. Pero, para mi sorpresa, El Espectador reveló este miércoles que Vanegas decidió moverse en otra dirección: le puso una denuncia penal a Echeverry, aduciendo que las referencias a extraterrestes y otras burlas lo habían herido profundamente.

Lo confieso: quedé patidifuso. Si cada vez que le hablan a uno de manera desconsiderada en el mundo universitario o político hay que demandar, saldré corriendo en busca de un penalista. De hecho, lo haré. Pero, ¿no es esto formular en términos de autocompasión un debate importante que se estaba ganando? ¿Queremos poder desgarrarnos las vestiduras en público, o construir políticas viables?

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar