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Dos elecciones

Armando Montenegro
07 de noviembre de 2015 - 05:58 a. m.

En las próximas semanas tendrán lugar dos elecciones clave para el futuro de la democracia en América Latina: la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Argentina el próximo 22 de noviembre y las elecciones parlamentarias en Venezuela el 6 de diciembre.

En ambos comicios, los partidos y movimientos de oposición librarán duras batallas, en condiciones desventajosas, contra los grupos que detentan el poder. Los gobernantes de ambos países —especialmente los de Venezuela que ya exhiben escasas inhibiciones para ocultar su talante arbitrario y represivo— utilizarán todos los medios a su alcance para evitar que se expresen con libertad las mayorías en las urnas.

En Argentina disputarán la segunda vuelta Daniel Scioli, candidato de Cristina Kirchner, y Mauricio Macri, representante de una gama de partidos y movimientos que buscan el fin del kirchnerismo y la apertura política. La lucha política es furiosa y apasionada. En momentos en que las encuestas muestran que Macri tiene una leve mayoría, el Gobierno está utilizando todos los instrumentos, especialmente la propaganda oficial y los fondos del Estado, para evitar la derrota de su candidato. Una de sus principales estrategias es crear el temor de que Macri va a devaluar, eliminar los subsidios, bajar los sueldos, cerrar centros de salud y otras políticas que favorecen a los más pobres. Se reparten folletos que dicen “Tus derechos o Macri” y la televisión reproduce comerciales oficiales que comparan las políticas económicas de Macri con las de los dictadores militares.

Los abusos en Venezuela son asombrosos. El líder de la oposición, Leopoldo López, está en la cárcel por cargos prefabricados en un juicio plagado de falsedades. Muchos dirigentes incómodos para el régimen han sido excluidos arbitrariamente de las elecciones. El Gobierno rechaza las veedurías internacionales, con excepción de las de Unasur y el Alba, dóciles “cheerleaders” de Maduro y sus secuaces. Millones de personas, sin alimentos y sin empleo, que sufren una pobreza creciente, van a tratar de mostrar, en contra de todos los abusos, que son una mayoría que rechaza el régimen bolivariano. Pero no hay que hacerse ilusiones. Es posible que la lucha sea en vano y que triunfen otra vez el fraude y el control del Gobierno sobre las autoridades electorales.

En ambos países, los gobernantes tratan de instaurar y mantener partidos únicos en el Gobierno, bajo el esquema de “mayorías permanentes”, un modelo que, de entrada, desconoce la posibilidad del relevo en el poder. El instrumento central para mantener esas mayorías ha sido una política asistencialista basada en la repartición de subsidios directos a sus cientos de miles de seguidores, en medio de una constante movilización y agitación política (esos subsidios se nutrieron con buena parte de la renta generada por los altos precios de exportación; hoy hacen parte del enorme déficit fiscal, financiado con emisión). Pero la pobreza va en aumento y la calidad de la educación es pésima; no existen políticas de innovación ni de incremento en la productividad; la justicia se subordina al Ejecutivo y la corrupción y la inseguridad son crecientes.

A pesar de todos los padecimientos de los ciudadanos de ambos países, los gobernantes responsables tienen posibilidades de mantenerse en el poder. Ojalá que no sea así.

 

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