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El Aro, Orión y un pataleo

Reinaldo Spitaletta
20 de octubre de 2015 - 02:00 a. m.

En 1997, hubo en Medellín y Antioquia masacres, asesinatos selectivos, el surgimiento de las llamadas Convivir y otras situaciones espeluznantes como la matanza de El Aro, en Ituango.

Fue el año en que el paramilitar Salvatore Mancuso estuvo de visita en la Cuarta Brigada, en reunión, según aparte de sus confesiones de 2007 a un fiscal de Justicia y Paz, con el general Alfonso Manosalva, para planear la masacre de El Aro.

En El Aro, un caserío de cuatrocientos habitantes, dos meses antes de la matanza, que comenzó en el 25 de octubre de 1997, la junta de acción comunal pidió ayuda a la Gobernación de Antioquia, debido a que paramilitares se estaban robando el ganado. No fue otorgada, porque “no había tropa disponible”, según se lee en la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que condenó al Estado colombiano por los hechos en los que hubo colaboración de “agentes del Estado”.

La masacre, que dejó quince muertos y decenas de desplazados, fue ejecutada por paramilitares al mando de Carlos Castaño. En 2015, el Tribunal Superior de Medellín “compulsó copias” para que el senador Álvaro Uribe fuera investigado por la aparente presencia de un helicóptero de la Gobernación de Antioquia en momentos en que acontecía el espantoso crimen. Cabe recordar que entonces, Uribe fungía como gobernador de Antioquia.

“Luego de matar a varios residentes del pueblo, los paramilitares quemaron las casas, los locales y los ranchos a su alrededor entre los días jueves y viernes. El sábado los paramilitares salieron del pueblo luego de haberlo incendiado”. Unos 300 desplazados salieron hacia Puerto Valdivia. “Al pasar sobre el río Cauca, los desplazados vieron soldados del Ejército en un lado del puente y a paramilitares en el otro lado” (Corte Interamericana, sentencia de 1 de julio de 2006).

En noviembre de 2008, el paramilitar Francisco Enrique Villalba, alias Cristian Barreto, que comandó el grupo de 22 hombres que cometió la masacre del Aro, implicó a Uribe en los sucesos. El delincuente fue condenado a 33 años y cuatro meses de prisión por los acontecimientos de El Aro y a 37 años por la masacre de La Balsita. Fue asesinado en La Estrella, Antioquia, en abril de 2009.

La Operación Orión, efectuada en la comuna 13 de Medellín, hace trece años, en una alianza entre el Estado y el paramilitarismo contra los Comandos Populares del Pueblo y otras milicias del Eln y las Farc, dejó muertos y desaparecidos. Hubo desmanes a granel. Se le disparaba a todo lo que se moviera, según recuerdan habitantes de la zona, que sobrevivieron a la incursión.

Paramilitares como alias don Berna confesaron ante Justicia y Paz que la operación fue concertada con la fuerza pública, porque el paramilitarismo (Bloque Cacique Nutibara), que controlaba casi toda la ciudad, no tenía presencia en la comuna 13. Tras la operación Orión, el bloque paramilitar se consolidó en la zona.

Ahora, la Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Medellín ha compulsado copias contra el expresidente y senador Álvaro Uribe, en torno a Orión. Y lo investigarán. Pero al conocer la noticia, el exmandatario olvidó tal vez el efecto de sus gotitas tranquilizadoras. Y comenzó su disparadera verbal. Recordó (¿acaso la había olvidado?) su maniquea forma de la satanización, aquella que lo hacía vociferar contra sus contradictores a los que llamaba “guerrilleros de civil” y otras barbaridades, que llevaron, por ejemplo, al asesinato de un profesor en Barranquilla, en un complot montado por el DAS.

Ante las intenciones de investigarlo, el exgobernador de Antioquia tildó a uno de los magistrados de ser “miembro de juventudes subversivas”. El señor del Ubérrimo no olvida sus cacerías de brujas. Y tal vez una de sus declaraciones más controvertidas, y además irrespetuosa con las miles de víctimas del paramilitarismo, fue la de “seguramente si me hubiera unido con paramilitares habríamos acabado con la guerrilla”.

“El que nada debe, nada teme”, dice el pueblo, al que tanto invocan politiqueros como el expresidente. Y así como no debe someterse a persecuciones, tampoco debe estar exento de investigaciones. Tal vez las vísperas comiciales calientan cabezas. Y las retóricas baratas pueden atraer a la gente para que sea puesta —como suele pasar— como carne de cañón, en un país que dista mucho de alcanzar lo que se ha denominado como democracia y civilización.

 

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