El arte gratuito

Manuel Drezner
23 de enero de 2017 - 06:51 p. m.

Alguna vez el lamentado artista Eduardo Ramírez Villamizar me comentaba el misterio de quienes consideraban que lo que hacen los artistas no tenía valor económico y con frecuencia le pedían que obsequiara alguna de sus obras para algún evento caritativo. “Quien me pedía esa obra era una señora cuyo marido tenía grandes fincas ganaderas —decía Ramírez Villamizar—, pero nunca le pedían a ese señor que regalara un novillo para el mismo evento”. La mala costumbre de considerar que los artistas deben hacer la filantropía que no les piden a otros capitalistas está extendida, ya que, por razones esotéricas, queda un rezago de aquella vieja tradición que decía que para que un artista fuera bueno debía morirse de hambre. Una buena señora agregó insulto a la injuria al decirle a un artista recalcitrante que al fin y al cabo todo lo que estaba donando era un lienzo y un poco de pintura que no costaban mayor cosa. A los artistas, obviamente, eso no les gusta ni cinco y la alternativa que les queda es quedar como unos groseros negándose a donar sus obras sin ninguna retribución o dar la obra mientras que en su interior se mueren de la rabia.

Lo anterior no se limita a creadores de artes plásticas. A los actores les piden que hagan presentaciones ad honorem y a las compañías teatrales les piden que hagan funciones gratuitas de beneficio. Quienes han publicado un libro ya están acostumbrados a la cantaleta de amigos y hasta de quienes no los son de “¿Cuándo me regalas el libro?”. Algunos de los que piden incluso tienen el cinismo de justificarse diciendo que esa donación es buena por la publicidad que se recibe, como si un creador reconocido la necesitara. Esa mala costumbre de creer que las creaciones artísticas no tienen valor parece ser universal y, de hecho, leí hace poco sobre la defensa mutua que dos artistas en Nueva York hacen a los pedigüeños. Simplemente les responden que ellos con mucho gusto darán la obra, pero si el otro fulano la regala previamente, y cuando van al otro, éste dice que sólo dona su obra cuando el primero lo haga. Un sindicato de artistas extranjero ha ordenado a sus afiliados que no pueden hacer trabajos gratis porque eso desprestigia su arte, y esa parece una buena solución.

De todas maneras, se trata de dejar constancia del hecho de que los artistas ya están hasta la coronilla de creer que ellos pueden vivir del aire y están comenzando a rebelarse contra esa costumbre, lo cual es un desarrollo deseable. Los promotores de eventos de caridad deben acostumbrarse al hecho de que una creación artística tiene valor y mostrar su respeto acabando con esa absurda solicitud de donaciones que no hacen a los propietarios de novillos.

 

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