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El Colegio del Cuerpo

Manuel Drezner
16 de diciembre de 2015 - 03:14 a. m.

Dentro del marco del nutrido festival artístico que se llevó a cabo el último mes, se presentó en el Teatro Estudio Santo Domingo uno de los grupos más interesantes dentro del panorama de la danza del país (y me atrevería a decir en el continente), el que dirige Álvaro Restrepo, con la ayuda de Marie France Delleuvin bajo el nombre de Colegio del Cuerpo.

Se trata de un conjunto de bailarines que desarrollan las ideas coreográficas de Restrepo y que en este caso hizo dos funciones con obras basadas en música de Messiaen, que demostraron una asombrosa inventiva por parte del coreógrafo y una propuesta estética que tiene mucho de original. Álvaro Restrepo sabe usar el espacio escénico y en la primera de las obras presentadas lo incorpora con el resultado de que la esquemática escenografía tiene parte importante en el desarrollo de la danza.

En la primera presentación se vio Siete visiones del amén, una de las obras más profundas, pero al mismo tiempo más juguetonas, del compositor francés. Aunque Messiaen trató de dar una ferviente profesión de fe, a través del significado de la palabra Amén, donde se expresa el deseo de que se cumpla lo que se pidió, Restrepo mostró una versión abstracta de esa ansia de culminación, que aunque tenía relación con los nombres de los movimientos de la obra, se trataba más de mostrar el fervor que la palabra inspira que de hacer una interpretación literal de la música, así muestre pájaros en la sección respectiva.

Lo mismo sucede con la otra obra que danzó el Colegio del Cuerpo, basada en el Cuarteto para el fin de los tiempos, la obra que Messiaen compuso mientras era prisionero de guerra y que ha sido interpretada como muestra donde alterna la desesperación con la esperanza. Aquí Restrepo imaginó un mundo casi que de pesadilla, donde hay un momento en que se apilan los cuerpos de los bailarines para crear un impresionante montón de cadáveres, mientras que en otra parte se conforman frisos que impactan en forma impresionante. Restrepo se concentra en el movimiento y en ningún momento hay emociones: los personajes no aman ni odian, sino que se encuentran ante un mundo incomprensible donde a duras penas hay esperanza de escapatoria. La coreografía de los dos obras demuestra una vez más lo que ya se dijo en otra ocasión. Restrepo es un tesoro intelectual de nuestro país, un creador de envergadura y que merece el máximo reconocimiento. Las dos funciones que se comentan muestran una mente de gran imaginación, de refinado sentido estético, y demuestran de sobra las cualidades y calidades de este excelente artista colombiano, del cual el país bien puede sentirse orgulloso.

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