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El corporativismo de las Farc

Armando Montenegro
14 de noviembre de 2015 - 07:08 a. m.

En numerosos ensayos Octavio Paz señalaba que el pasado –en realidad, todos los pasados, el indígena, el hispánico y el liberal del siglo XIX– convivía con el presente de su país.

 

Una reflexión semejante surge a raíz de la insistencia de las Farc de convocar una Asamblea Nacional Constituyente que se integre, no con representantes elegidos por medio de la votación directa de los ciudadanos, sino con los voceros de los trabajadores, campesinos, los estudiantes, afrocolombianos, empresarios y otros grupos de la sociedad.

Estas propuestas de corte corporativista no parten del principio de que la sociedad está integrada por individuos libres y deliberantes, que eligen a sus representantes por medio del sufragio universal, de acuerdo con la regla de las mayorías. La visión corporativista se basa en la concepción de que la sociedad es un cuerpo integrado por órganos diferentes (los campesinos, los trabajadores, los empresarios, entre otros) que cumplen distintas funciones. El Congreso y las asambleas corporativistas, donde confluyen y deliberan todas las partes del cuerpo, deben estar integradas precisamente por los voceros de sus distintos órganos: gremios, sindicatos, movimientos y grupos sociales, en ciertas proporciones determinadas a priori, según la importancia relativa que se les asigne a todos ellos.

Estas ideas tienen sus raíces en la Edad Media cristiana y fueron relanzadas en el siglo XIX por la encíclica Rerum Novarum del papa León XIII. Fueron llevadas a la práctica en el siglo XX por los regímenes de Mussolini y Oliveira Salazar. En Colombia, donde también fueron influyentes, el antecedente inmediato a la iniciativa de las Farc fue la propuesta de una Asamblea Constituyente de corte corporativista por parte de Laureano Gómez en 1952 (en el punto 2 de los acuerdos de La Habana, que se refiere a la participación política, también se aprecian algunos de estos rasgos).

La estructura de un puñado de instituciones colombianas, creadas hace varias décadas, adoptó esquemas corporativistas y, en consecuencia, otorgó a algunos gremios y sindicatos la capacidad de ejercer el cogobierno. Entre ellas se encuentra la mayoría de las entidades que manejan recursos parafiscales y, en particular, el Consejo Directivo del SENA. Estos mismos conceptos inspiraron la composición de los consejos de planeación, esquemas de concertación y la asignación de cupos de emisión primaria a favor de gremios y cooperativas en el seno de la difunta Junta Monetaria (además de su conflicto con los principios liberales, son muchas las dificultades prácticas en el diseño de las estructuras corporativistas. ¿Cómo se escogen las corporaciones que componen la sociedad? ¿Cómo se selecciona a los representantes de los gremios, sindicatos y movimientos que participan en esos arreglos?).

No deja de ser sorprendente que después de 50 años en el monte, de su proximidad con algunos intelectuales urbanos, las lecturas y pláticas de Jacobo Arenas y su observación de las instituciones en América Latina, las Farc hayan propuesto la resurrección de un antiguo esquema de la más pura tradición hispánica (¿bajo la influencia, tal vez, de uno de sus destacados asesores de ideas conservadoras?). Esta podría ser una prueba más de que el pasado persiste, aparece y reaparece en la ocasión y la manera menos esperadas.

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