El movimiento TICCA: Sabiduría local para conservar la naturaleza y la cultura

Ignacio Zuleta Ll.
26 de diciembre de 2016 - 08:03 p. m.

¿Que haríamos si de un día para otro ardieran todas las bibliotecas y museos del mundo y se borrara íntegramente la información digital en la que la humanidad atesora su sabiduría, sus ciencias y culturas? Pánico, impotencia y tristeza. Y sin duda lo primero sería identificar a los que aún quedan vivos con algún conocimiento rescatable y registrar en lo posible lo que aun saben.

Pero hay biodiversidad, tradiciones y culturas que “la modernidad” consumista ya está arrasando. ¿No es eso el equivalente a la quema de los libros y las catástrofes cibernéticas? Hay zonas enteras de naturaleza, conocimientos médicos y botánicos antiguos, variedades de semillas y formas de sembrarlas, visones originales del mundo y “guardianes del conocimiento ancestral” no incluidos en reservas y santuarios cuyas comunidades han venido luchando a contrapelo por mantener a flote.

Para poder darle a ese tipo de comunidades una gobernanza efectiva sobre territorios y culturas preservados voluntariamente sin reconocimiento oficial, nace la iniciativa TICCA. Podemos definirla como una asociación internacional conformada por organizaciones, federaciones y coaliciones de pueblos indígenas y comunidades locales, y por organizaciones de la sociedad civil, académicos y activistas interesados en apoyar estas iniciativas de conservación biocultural en el mundo entero. En nuestro país, tan rico aún en legados culturales y biodiversidad, el movimiento comienza a establecerse para darle apoyo estratégico a los territorios y áreas conservados por esos pueblos antiguos y comunidades locales.

Más allá de la aparente aridez de sus siglas, las organizaciones internacionales interesadas en proteger la naturaleza y las culturas que en ellas habitan, han tenido ideas como el Programa de Pequeñas Donaciones (PPD) del GEF (Global Environment Facility del PNUD), que consiste en dar pequeñas sumas a las comunidades para proyectos de desarrollo sostenible y de cuidado del medio ambiente. En el caso de los TICCA, el gobierno alemán ha sido generoso a través del PPD del GEF del PNUD (hay gente verdadera detrás de estas mayúsculas), para apoyo local a los TICCA en 26 países, incluyéndonos. Esta idea, cuyos méritos se deben en gran parte al llamado ICCA Consortium, que agrupa precisamente territorios protegidos por indígenas y comunidades locales en todo el mundo, se llama Iniciativa Global de Apoyo a los TICCA. La historia de los TICCA, que en Colombia nace ahora con fuerza, también está ligada a los Convenios de Diversidad Biológica, a La Union Internacional para la Conservación de la Naturaleza —la red ambiental más grande y diversa del mundo— y a organizaciones regionales que comprenden la importancia del tema en este momento del planeta.

Esos conglomerados humanos encuadrados como TICCA tienen conocimientos, prácticas y reglamentos consuetudinarios que les han permitido obtener el sustento, vivir su cultura, gozar de los servicios de los ecosistemas —nada menos que agua y aire puro, paisaje, forrajes, leña etc.— o protegerse para los difíciles momentos de sequías, inviernos severos y cambios ambientales. Han pues garantizado que el mundo exista para las futuras generaciones. Aquí no está en juego solamente la conservación pues el meollo incluye el derecho de los pueblos que han custodiado estos territorios, a seguirlo haciendo según sus propias maneras y para su beneficio como grupo, con un provecho global indiscutible.

Me enteré personalmente de este movimiento a través del vínculo http://bit.ly/2hhfr3u y confieso que me emocioné de saber que el porvenir existe, así que podremos desearnos feliz año.

 

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