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El no y la comunidad internacional

Columna del lector
15 de agosto de 2016 - 02:00 a. m.

Ayer me encontré un recorte de prensa del año pasado, en el que se cita al anterior embajador de Gran Bretaña en Colombia, Lindsay Croisdale-Appleby.

Por Erika Ávila

Al regresar a Londres, el diplomático manifestó que le extrañaba ver cómo muchas veces los extranjeros creen más en Colombia que los mismos colombianos. En efecto, debió ser muy sorprendente para este embajador presenciar gran parte de la negociación de un proceso de paz con las Farc en medio de una férrea oposición interna, mientras toda la comunidad internacional, sin excepción alguna, rodeaba al Gobierno en sus intenciones de dialogar con las Farc.

Un año después, cuando las partes negociadoras están ad portas de firmar el acuerdo definitivo de paz, y luego de haber decidido el cese del fuego bilateral, el país se encuentra más polarizado que nunca frente a la posibilidad de terminar un conflicto de cinco décadas que es un paso muy importante, aunque no definitivo, para alcanzar la paz que todos anhelamos. Ante la inminencia de la firma del acuerdo, y luego de que se oficializara la campaña por el no a la refrendación de los mismos, las encuestas revelan preferencias de un lado y otro.

Frente a los resultados publicados por las firmas Ipsos y Datexco, según los cuales el acuerdo final no sería refrendado por los votantes, es válido preguntarse cómo quedará posicionada Colombia ante la comunidad internacional de triunfar el no. Y es necesario que sus promotores le cuenten al país cómo piensan ganarse el apoyo de Estados Unidos, la Unión Europea (como conjunto y de cada uno de sus países miembros, incluyendo al Reino Unido después del Brexit), Canadá, la ONU, la OEA, y hasta el papa Francisco, para seguir peleando una guerra cuyo fin todos apoyaron en su momento.

No hay que caer en fatalismos o en “terrorismo ideológico”, como lo llaman algunos, para concluir que, de no ser refrendados los acuerdos, se volverá a la guerra. ¿Podemos darnos el lujo de ser tan ingenuos como para pensar que las Farc estarán dispuestas a renegociar y, de paso, renunciar a la posibilidad de participar en política y aceptar ir a la cárcel para ganarse la aprobación de los opositores? Lo que sí debemos recordar es que el hecho de que las Farc y el Gobierno hayan avanzado en una negociación de paz como nunca antes se debe en gran parte a los US$9.000 millones del Plan Colombia que EE. UU. destinó para combatir el narcotráfico (y de paso a las Farc) durante los gobiernos de Andrés Pastrana y Álvaro Uribe. Dicho apoyo fue clave para debilitar a la guerrilla más antigua del continente, al punto de sentarla a negociar en Cuba. Sería, pues, muy iluso pensar que, después de haber apoyado insistentemente la negociación, de haber designado un enviado especial para el proceso de La Habana, y de haber anunciado programas para el posconflicto, Estados Unidos volverá a apoyar una guerra en Colombia. Lo mismo puede decirse de la Unión Europea y de las organizaciones internacionales. En otras palabras, si la única voz opositora a la negociación del fin del conflicto con las Farc ha provenido de Colombia, ¿qué hace pensar que habrá alguna voz de apoyo en el exterior hacia la reanudación del conflicto? ¿Y de dónde saldrán entonces los recursos para seguir combatiendo a la guerrilla?

Siendo Colombia un país tan obsesionado con su imagen internacional, ¿con qué cara saldrá a explicarle al papa Francisco, el gran emisario de la paz, cuando venga al país en 2017, que como país optamos por seguir en la guerra?

 

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