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El secreto de la paz

Mauricio Albarracín
23 de marzo de 2016 - 02:00 a. m.

Nos prometieron que hoy, 23 de marzo, el acuerdo de finalización del conflicto entre el Gobierno y las FARC estaría firmado, pero no fue así.

A pesar de esto, no creo que estemos frente a un fracaso del proceso de paz. Salir de un conflicto tan difícil nos tomará mucho tiempo y trabajo de varias generaciones.

A pesar de todos estos tropiezos, el país ha iniciado una conversación nacional sobre lo que significa la paz, sus esperanzas, sus contradicciones y sus temores. El 11 de marzo pasado, una marcha de vendedores ambulantes recorrió el centro de Bogotá para protestar contra las nuevas políticas de espacio público de un alcalde arrogante y obsesionado con la “limpieza” de la ciudad. Una pancarta blanca que un manifestante cargaba decía:

“EL SECRETO DE LA PAZ
ESTÁ EN EL RESPETO
POR LOS DERECHOS HUMANOS
DERECHO AL TRABAJO
LOS DERECHOS HUMANOS
NO SON DE ELLOS
SON NUESTROS,
DEFENDÁMOSLOS
CHAPINERO PRESENTE”

Este mensaje me hizo pensar en los significados de la paz. Para unos, la paz es buena para los negocios; para otros, es una oportunidad de desarrollo; y para otros, es el inicio del castrochavismo.

Seguí observando en la calle y la semana pasada durante el paro nacional me encontré con otra pancarta de un vendedor ambulante de barba blanca y de la tercera edad que decía: “POR EL DERECHO AL TRABAJO FRENTE DE MOVIMIENTOS DE LA INFORMALIDAD”. Estos mensajes hechos por trabajadores informales están escritos en la gramática de los derechos. Un jurista también de barba blanca que se nos fue demasiado pronto dijo en relación con la paz y los derechos: “se ha dado una paradoja, una paradoja que por cierto es muy bella, y es esta: quienes se han apropiado de la Constitución (…) son los ciudadanos de a pie. A ellos les ha gustado, entre otras cosas, porque los invita a que estudien, a que se instruyan acerca de cuáles son los derechos que les incumben, de que derechos son titulares. Porque tiene sentido que uno se ocupe de cuáles derechos es titular, cuando sabe que tiene herramientas para defenderlos”. Después de decir esto, Carlos Gaviria continuó criticando el modelo económico de la Constitución. Muchos críticos de la Constitución tenían razón ayer y hoy: en 1991 nos abrieron las puertas de los derechos y con la misma llave se abrieron las puertas del neoliberalismo y han hecho de Colombia uno de los países más desiguales del mundo

Tengo la percepción, y al parecer las encuestas también confirman, que los problemas que más preocupan a los colombianos son los relacionados con la vida buena entendida como bienestar: la salud, la educación, el empleo y, en general, el sustento económico digno. Esto nos dice algo sobre nuestros anhelos sociales y por eso estoy seguro que la construcción de la paz necesita profundizar los derechos, la democracia y la igualdad. La Constitución es mucho más que un texto, es ante todo la energía ciudadana con la que se defiende; las palabras de la Constitución han sido movilizadas por cinco millones de acciones de tutela que son el manifiesto ciudadano contra las injusticias cotidianas. Este mensaje debe escucharlo la guerrilla de las Farc y deben entender que ellos no son los salvadores ni los representantes de una lucha ciudadana que se ha hecho a pulso y que, incluso, las armas riñen con estos clamores pacíficos y bien organizados. Por su parte, el Gobierno del presidente Santos debe entender que las políticas que profundizan la desigualdad y protegen los intereses privados riñen con la construcción de una paz estable y duradera.

Los vendedores ambulantes y Carlos Gaviria tienen razón en recordarnos que el secreto de la paz está en alcanzar más derechos, más democracia y más equidad social.

*Investigador Dejusticia. malbarracin@dejusticia.org Twitter: @malbarracin
 

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