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Elecciones

José Fernando Isaza
08 de octubre de 2015 - 02:48 a. m.

En tres semanas se elegirá un nuevo alcalde de Bogotá. La ultima medición de “Bogotá cómo vamos” mostró una ciudadanía pesimista: el 77% cree que la ciudad va por mal camino y solo el 19% aprueba la gestión del alcalde.

Para no aceptar esta pésima evaluación, Petro afirmó que la encuesta ponderaba mal los estratos en los cuales afirma tener mayor aceptación. El director de la encuesta, César Caballero, lo desmintió y mostró que la ponderación por estrato refleja el número de ciudadanos de estos. Caballero fue director del DANE y prefirió renunciar a aceptar “maquillar” las malas cifras de desempleo que no favorecían al entonces presidente.

No todo es malo en la administración de Petro: los más de cinco meses que estuvo por fuera de la Alcaldía protegieron, durante ese período, parcialmente a la ciudad de su desgobierno. Como se evidenció con las fuerzas antimotines, expulsando a los pacíficos activistas que defendían el humedal de la Conejera, el alcalde mostró ser solidario con su familia política.

Es de esperar que los electores de la próxima elección presidencial valoren en un candidato sus ejecutorias, y piensen que una buena alcaldía da mejores credenciales para ejercer la presidencia que una mala.

Hay pequeñas ventanas de optimismo, en tan desoladora realidad. Los actuales candidatos a la Alcaldía permiten suponer que difícilmente el nuevo alcalde sea peor que el actual.

En esta elección sería interesante que el sistema de votación no fuera el del “todo o nada”, sino un mecanismo como el de Nueva Zelanda, en el cual cada elector tiene un número de puntos que les asigna según sus preferencias a los diferentes candidatos, pudiendo asignárselo todo a uno solo. La mecánica electoral se aplica también a las elecciones de cuerpos colegiados. Los resultados se obtienen con la misma celeridad que con el sistema tradicional.

La escogencia es más equilibrada pues no necesariamente se califica a un candidato con el 100% y los otros con el 0%. Por otra parte, permite ir modificando la ponderación del voto de acuerdo con las propuestas novedosas (si las hay) o el apoyo que van recibiendo.

Un ejemplo puede ser las próximas elecciones de alcalde. Hay cuatro candidatos con opción. Inicialmente un elector con simpatía con el partido Verde puede pensar en repartir su voto así: Pardo 35%, Peñalosa 30%, Clara 25%, Santos 10%; a medida que transcurren las campañas, digamos la adhesión por parte del uribismo a Peñalosa, modifica su ponderación en 30 - X, en donde X recuerda que Peñalosa fue miembro de un partido que proclamaba el “no todo vale” y aceptó la adhesión de un expresidente ajeno al contenido de ese concepto. Por otra parte, el apoyo de una parte de los verdes, liderados por Claudia López, a Pardo llevarían a este elector a ponderar en 35 + Y el voto a Pardo. Otro grupo del partido Verde apoya a Clara, pero a la vez el apoyo del petrismo hace pensar en que su administración sería una continuación de la actual; ponderaría su voto así 25 + Z – W, en donde W crece a medida que el elector no se sienta representado en un cogobierno con el progresismo. Es posible que aumente la ponderación del voto por Santos si las adhesiones a los otros candidatos les hacen disminuir la ponderación del voto. Una hipótesis es que pesa más negativamente la adhesión de Petro y del uribismo a Clara y a Peñalosa que la positiva de los verdes a Pardo y Clara.

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