Elegir lo salvaje y lo duro

Fernando Araújo Vélez
31 de diciembre de 2016 - 01:50 a. m.

Hoy quiero pensar en esos asuntos que al parecer ya no importan, en esos eternos temas esenciales que han quedado sepultados debajo de la basura de los billetes, de los noticieros, de los diarios que publican porquerías, como decía Piero, de las voces que se repiten y que mienten en nombre de la tradición, de Dios, de los demás, del amor, de la libertad. En nombre, precisamente, de esas cosas en las que quiero pensar. Quiero pensar en lo bello y convencerme de que lo bello está incluso en la fealdad, si queremos verlo. Quiero ver y encontrar lo bello que anda por encima de las rutinas, del hastío, de lo que se nos hace absolutamente necesario, del destino e incluso, de las imposiciones.

Quiero repetir y comprender e interiorizar una frase de Nietzsche que me encontré el otro día, “¡La vida no me ha desengañado! Por el contrario, de año en año la encuentro más verdadera, apetecible y misteriosa; la encuentro así desde aquel día en que vino sobre mí el gran liberador, a saber, el pensamiento de que la vida podría ser un experimento del que conoce, y no un deber ni un destino ni un engaño”.

Quiero descubrir, degustar las piedras y las flores salvajes del camino y elegir lo salvaje y lo duro sobre lo blando y lo fácil. Quiero lo salvaje y lo duro y agregar la palabra amor al final de unas palabras de Emil Ciorán, “Todo pensamiento nos debería llevar a la ruina de una sonrisa”.

Quiero ver lo bello que hay en las ruinas y en lo difícil, en las derrotas y, sobre todo, en el fracaso, porque ahí hay autenticidad e incertidumbre. Quiero incertidumbres, ese infinito mundo que está por fuera de los códigos y las listas de lo que hay que hacer, leer, comprar, pensar, y quiero huir de las certezas, porque las certezas petrifican y nos llevan al eterno retorno de lo mismo.

Quiero ver lo bello de todas las cosas que quedaron excluidas de las definiciones, acercarme a las razones de quienes pretendieron definirlo todo, y apreciar lo que quede del amor cuando le quitemos la palabra amor. Hoy quiero reivindicar lo distinto, descubrir lo que es diferente dentro de lo aparentemente igual, tomar y no pedir, y salirme del desfile de los autómatas.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

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