En defensa del álbum ilustrado

Juliana Muñoz Toro
15 de julio de 2016 - 02:00 a. m.

Hay algo que los creativos se preguntan a menudo: ¿de dónde vienen las ideas? ¿Acaso la inspiración es un ángel que nos visita sólo cuando estamos muy tristes o muy felices o muy enamorados?

Alguna vez escuché que la inspiración debe agarrarnos sentados trabajando. Y eso es lo que me interesa: cómo una idea evoluciona, a punta de práctica, y se vuelve una novela, una obra de arte o un producto.

Por eso es que El rey pájaro y otros esbozos (Bárbara Fiore Editora), del ilustrador australiano Shaun Tan, es un hallazgo luminoso. Este libro contiene muchos de los borradores y trazos aleatorios que después se convirtieron en libros como La cosa perdida —que fue llevada a la pantalla por Tan y ganó el Óscar en 2011 como mejor corto de animación—, Emigrantes —considerada una de las obras maestras del álbum ilustrado, que logra sin una sola palabra una compleja narración acerca de los inmigrantes—, Las reglas del verano y El árbol rojo.

Este es un libro o testigo de todo el “abono”, en palabras de Tan, para llegar al árbol. Nació de un pensar en voz alta que luego el artista quiso compartir para elevar el nivel de cultura de ilustración y animar a una apreciación más profunda de la lectura en este formato. El álbum ilustrado no está dirigido exclusivamente a los niños, sino que también puede ser entendido como una historia contada a varias voces —las de la figura y la palabra— y como una exposición de pintura que se puede visitar una y otra vez.

Para Tan, los álbumes ilustrados son “relatos cortos, experiencias breves y a menudo extrañas que invitan a reflexionar sobre grandes cuestiones filosóficas”. El proceso creativo detrás de ellos revela, por ejemplo, que en el arte no hay leyes, pero tal vez sí un leitmotiv: ser interesante. Que no se trata de convertir una idea en una forma, sino de jugar con las formas y ver qué ideas hay en ellas: “hay que dejar que la punta de un lápiz pasee por el paisaje de un cuaderno de bocetos, motivado por un impulso vago aunque con la esperanza de encontrar algo mucho más interesante por el camino”.

Un álbum ilustrado, una novela o una canción que busquen un mundo fantástico necesitan del estudio cuidadoso de la realidad. Los esbozos obligan a parar en el camino, mirar por la ventana del autobús, fijarse en los segundos pisos. En El rey pájaro, los dibujos no son relatos incompletos, sino trazos ambiguos que invitan a encontrar significados, la historia no contada. Muchos hasta podrían ser más valiosos que el resultado, según escribe Shaun Tan: “¿por qué el trabajo final no es tan bueno como el borrador?”.

julianadelaurel@gmail.com

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