Endémicas

Tatiana Acevedo Guerrero
22 de octubre de 2016 - 05:26 a. m.

Dengue, Chikunguña, Zika. Estas fiebres, transmitidas por el zancudo Aedes Aegypti, fueron recordadas por la prensa esta semana después de que profesores de la Universidad del Norte de Barranquilla previeron la llegada de posibles nuevas infecciones como el mayaro.

Hernando Baquero, decano de la División de Ciencias de la Salud, explicó que “tenemos el vector que la trasmite, entonces solo debe ser cuestión de tiempo para que aparezcan casos a partir de sujetos infectantes que nos visiten”.

El decano afirmó que la posible llegada de esta enfermedad no representa gran novedad. Pues aunque la epidemia del zika fue la que prendió más alarmas (por las asociaciones a afecciones neurológicas como la microcefalia y el Guillain Barré), la población de ciudades como Barranquilla, Cali, Buenaventura o Cúcuta está curtida en fiebres altas y sus consecuencias. “Un ejemplo de eso es que en la reciente epidemia de chikunguña se diagnosticaron más de 200 recién nacidos con la enfermedad en Colombia, con la gran complicación de que uno de cada dos de los afectados puede quedar con algún grado de parálisis cerebral, por el tropismo por sistema nervioso central que tiene este virus”, explicó Baquero.

Estas fiebres germinan en agua. Pues el Aedes, mosquito vector, pone sus huevos en el agua limpia almacenada dentro o alrededor de los hogares. Después de que se reproducen no salen a desfilar por la ciudad al igual que otros mosquitos, sino que se esconden dentro de las sombras, por detrás de las puertas y esquinas huyéndole al sol. Prefieren alimentarse de sangre durante el día, especialmente durante las horas de la mañana. Se ha documentado que durante esta hora la población más susceptible a las picaduras son las mujeres que, así trabajen, permanecen más tiempo dentro de las viviendas, en las cocinas, lavaderos y patios de las ciudades.

A pesar de que las instituciones de salud han emitido esfuerzos en la eliminación de los desechos sólidos y cuartos de lavado, la población de las ciudades continúa almacenando agua. En las ciudades del conflicto, que recibieron a familias desplazadas sin solidaridad y como servidumbre, se cosecha a veces agua de lluvia para ahorrar costos en la factura impagable. En las ciudadelas de Vargas Lleras se agarra el agua del grifo porque el servicio es intermitente (se empoza el agua de lluvia cuando el drenaje es deficiente). Las rutinas de recogida de aguas pluviales y el almacenamiento de agua potable fomentan la cría del mosquito.

Hasta el cansancio repetimos que las ciudades del país son desiguales. Pero poco esculcamos el cómo de esta desigualdad. En la década que avanza, las fiebres son una forma en que se vive esta mentada desigualdad. Los salarios, las rutinas, las historias de migración, las obligaciones en el hogar construyen diferentes grados de acceso en términos de calidad y cantidad del agua.

Hace poco se celebró que en Colombia la epidemia de zika ha cedido hasta estabilizarse y darle paso a una fase “endémica”, en la que el virus continúa presente, pero se propaga más despacio. Lo que quizá no se dijo es que se propaga pasito a pasito entre las mismas personas en las mismas manzanas y barrios. En epidemiología, endemia (que viene del griego y significa “del territorio propio”) hace referencia a una enfermedad que se mantiene o se queda en una población o lugar en un nivel estable. Dengue, chikunguña, zika (tal vez mañana mayaro) son endémicas entre las mujeres de los barrios que se la rebuscan en la ciudad. Ellas son el “territorio propio” de la enfermedad.

 

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