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Entre la soberanía y la seguridad alimentaria

Mauricio Botero Caicedo
01 de noviembre de 2015 - 02:00 a. m.

Comentaristas y altos funcionarios del Estado no parecen distinguir o entender la diferencia entre soberanía alimentaria y seguridad alimentaria.

Soberanía alimentaria es la facultad de cada nación para definir sus políticas agropecuarias y alimentarias de acuerdo a objetivos de desarrollo sostenible. Por otro lado, se puede decir que un país disfruta de seguridad alimentaria cuando ha tomado las medidas necesarias para que sus ciudadanos dispongan sistemática, oportuna y sostenidamente de alimentos suficientes en cantidad y calidad.

Para consolidar y perpetuar su soberanía alimentaria muchas naciones defienden a capa y espada a sus agricultores y ganaderos; y protegen sus mercados domésticos contra los productos excedentarios o subsidiados que se venden más baratos en los mercados internacionales. Contrario a la imagen que pretenden proyectar, los cuatro mayores bloques económicos del mundo —los EE. UU., la Comunidad Europea, Japón y la China—, para garantizar la soberanía alimentaria y por ende afianzar la seguridad alimentaria, toman medidas como cerrar parcial o totalmente sus fronteras a algunos productos que pueden producir localmente. Otras medidas son los precios de sustentación, los seguros de cosecha subsidiados —incorporando los aplicables a caídas en los precios por exceso de oferta—, la adquisición de excedentes y, en algunos casos, los pagos directos a los agricultores para disuadirlos de sembrar total o parcialmente y, de esa forma, evitar que los precios varíen por debajo o por encima de ciertos niveles, a fin de equilibrar la oferta y la demanda, y asegurar un cierto precio. Estudios del Banco Mundial demuestran que, si los Gobiernos de los grandes bloques comerciales dejaran de subsidiar a sus agricultores y ganaderos, los países en desarrollo podrían producir más y exportar esos mismos productos, generando con ello mayores fuentes de empleo y divisas.

Muchas veces los países, especialmente los más vulnerables o con menor capacidad de negociación, escogen —o para ser más precisos, otras naciones o industriales les imponen— modelos de desarrollo que no les dan ni soberanía ni seguridad alimentaria. Los tratados de libre comercio que firman, aún habiendo enormes asimetrías, terminan severamente restringiendo las opciones de estos Gobiernos para definir políticas orientadas a proteger a sus ciudadanos de amenazas que afectan la soberanía y la seguridad alimentaria. Para justificar y disimular su debilidad ante las exigencias de los poderosos, argumentan que abren sus mercados en aras de la libre competencia. El ejemplo clásico de esta doble moral es la OCDE. Como bien lo señala en reciente estudio el economista Andrés Espinosa, “El Comité de Agricultura de la OCDE pretende que las políticas del sector alimentario sean ‘eficientes, efectivas, y no más distorsionantes de lo que sea necesario’. Así, la OCDE reconoce que las políticas agrícolas de sus miembros son distorsionantes, motivo por el cual no pueden tomarse como un paradigma, o un ejemplo a seguir a nivel internacional”.

Parafraseando a Churchill, aquellos países que ceden su soberanía alimentaria pensando que con importaciones garantizan su seguridad alimentaria, se quedan sin soberanía y sin seguridad alimentaria.

Apostilla: De acuerdo con un comunicado emitido por la OMS, carnes procesadas como tocineta, salchichas, los salamis y jamones y cualquier carne que haya sido ahumada, curada o a la que se le haya agregado sal o preservantes, es carcinogénica. ¡Por lo visto las salchichas enlatadas no son tan inofensivas como pareciera!

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