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Este loco juego

Fernando Araújo Vélez
17 de abril de 2016 - 02:16 a. m.

Este loco juego de buscar en los detalles una explicación, una salvación y algo de magia, aún a sabiendas de que el diablo está en los detalles y se esconde detrás de una mirada, de una sonrisa, de un ir tomados de la mano por ahí o de un pequeño regalo.

Este loco juego de creer que hay un otro que nos llevará a la felicidad, y de abandonarnos, a la espera de que la vida nos bese en la boca, como cantaba Serrat. Este loco juego de considerar que las canciones son una verdad, y que los libros son otra verdad, y que las noticias nos cuentan lo que ocurrió, y que las películas son la realidad, y de ignorar lo que escribía Anaïs Nin, No vemos las cosas tal cual son, las vemos tal cual somos.

Este loco juego de querer aferrarnos a algo, ignorando que somos y estamos solos y jamás podremos aprehender a nadie ni a nada. Este loco juego de estar locos, de imaginarnos en las páginas de un libro y ser por algunos minutos ese personaje de Sändor Marai, por ejemplo, que se creía capaz de desentrañar a alguien por un beso, o de ser el taciturno protagonista de un filme que al final descubría que todo gran proyecto se iniciaba con un primer paso. Este loco juego de escribir, convencidos de que estamos inventando las palabras y de que con esas palabras inventamos la vida y creamos personas que en algún momento saldrán a caminar.

Este loco y estúpido juego de no querer aceptarnos en nuestra vanidad, en nuestra envidia, en nuestra mezquindad, y de pretender convencernos de que no odiamos. Este absurdo juego de etiquetar como escéptico a Emil Ciorán porque escribió El paraíso es la ausencia del hombre, y como amargado a Ernesto Sábato porque dijo ¿Qué se puede hacer en ochenta años? Probablemente, empezar a darse cuenta de cómo habría que vivir y cuáles son las tres o cuatro cosas que valen la pena. Esta pedante costumbre de catalogar a los autores como mejores y peores, como juveniles o mayores o sabios, eliminando de todo juicio la posibilidad de que abran para alguien una puerta, y desechando la certeza de que todos, a su manera, escriben y han escrito para jugar a ser otros.

Este loco juego de creer, muy a pesar de las evidencias que nos dicen que no hay nada más allá, ni paraísos ni salvaciones ni milagros, y de sepultar la voluntad, que es el único juego sensato que nos queda.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

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