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Euforia y realidad

Marcos Peckel
09 de diciembre de 2015 - 02:00 a. m.

La contundente victoria de la oposición venezolana en las elecciones parlamentarias del pasado 6D es el comienzo de un período de alta incertidumbre, más allá del optimismo generado por el resultado en las urnas.

Las expectativas de una población hastiada de la escasez, la inseguridad y la desesperanza, reflejadas en el voto masivo que le otorgó a la MUD, se estrellan con una realidad en la que la nueva Asamblea Nacional no tiene el poder de brindar soluciones inmediatas.

El chavismo no está acabado y está por verse si tras la derrota asumirá una vocación democrática o conciliadora, ausente hasta ahora de su ideario político. A sus ojos Venezuela y el chavismo son una unidad indivisible y su “pueblo” incluye únicamente a los que apoyan la revolución bolivariana. No existe oposición leal, sino “pitiyanquis”, conspiradores y vendepatrias. Las elecciones le habían servido hasta ahora para dotarse de un dejo de legitimidad, mientras que los otros pilares de la democracia eran aniquilados impunemente.

Fue el mandatario boliviano Evo Morales quien desde la óptica del socialismo del siglo XXI mejor expresó su decepción de los comicios venezolanos: “Los resultados nos deben convocar a una profunda reflexión para ver cómo debemos defender nuestras revoluciones democráticas”. El chavismo perdió una batalla, reorganizará sus filas, sacrificará a quien toque y hará todo lo necesario para asimilar el golpe político y evitar a toda costa que la oposición destruya la “revolución bolivariana”. La disputa política en Venezuela no puede ser entendida como la lucha de partidos en un sistema democrático tradicional en el que lo natural es a veces ganar y a veces perder.

Tras su triunfo electoral, la MUD enfrenta colosales desafíos. Ganar la Asamblea Nacional es apenas un eslabón para acceder al poder ejecutivo donde se toman las decisiones que determinan el rumbo de la nación. En un entorno político, social y económico, complejo in extremis, tendrá que administrar cuidadosamente su victoria, mantener la unidad, calcular muy bien cada movimiento, aceptar que el chavismo tiene profundas raíces en sectores de la población, exhibir pericia y olfato político y tener paciencia. El gran garrote en sus manos, el de promover la revocatoria de Maduro, si es mal utilizado, puede significar su perdición.

La economía venezolana requiere medidas de choque que afectan principalmente a los más débiles y a las clases medias decisivas en la victoria de la oposición. Si el gobierno en cabeza de Maduro y la nueva Asamblea Nacional no trabajan de la mano para enderezar el rumbo y detener la caída libre de la economía venezolana, el tinglado queda servido para una prolongada guerra política de incierto resultado entre Legislativo y Ejecutivo. Mucho dependerá del balance que se haga al interior del PSUV y qué camino se decida tomar: el inédito de la conciliación o el de la perenne confrontación. La euforia de la victoria aterriza en una muy cruda realidad.

 

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