Federer y Nadal

Antonio Casale
30 de enero de 2017 - 02:00 a. m.

Sin colombianos peleando por títulos, no hay otro deporte aparte del fútbol que genere tanta expectativa entre la gente como el tenis. Pero ese hecho no se debe tanto al deporte como a sus dos grandes exponentes de los últimos años, Roger Federer y Rafael Nadal, y lo que ellos representan.

La final que jugaron el domingo en la madrugada de Colombia generó una inusitada expectativa. Nadal y Federer, más que tenistas, son íconos de la sociedad moderna. Son espejo de una escala de valores que ya quisieran ofrecer los políticos alrededor del mundo.

En el partido sacaron lo mejor de su repertorio. Federer entendió que Nadal le iba a alargar cada punto hasta desgastarlo por su revés y lo aguantó hasta sacar la diferencia definitiva en el quinto set. Nadal hizo gala de su espíritu combativo y fiel a su tradición vendió cara una derrota que como pocas tiene su heroísmo.

Los dos dejaron de competir sobre el final de la temporada pasada para recuperarse de sus respectivas lesiones. En el caso de Federer, fue la primera vez que estuvo por fuera tanto tiempo. Nadal tampoco daba señas de poder volver al nivel que le conocemos. En la mente de todos, menos en la de ellos, estaba el retiro. Nadie daba un peso por volverlos a ver en una final de Grand Slam. Tal vez un partido de exhibición o un encuentro en rondas previas a las definitivas, acordes con su ranquin actual, eran las expectativas alrededor de un duelo que difícilmente se repetirá en deportes individuales, pero nunca el duelo mágico que vimos en la madrugada del domingo.

Ni Federer ni Nadal tenían que demostrarle nada a nadie. Ya lo han ganado todo sin que nada haya sido fácil. De Federer se podrá decir que todo lo hace fácil, pero no podemos olvidar que ajustar la parte mental le costó muchos años. Nadal ha vivido entre lesiones toda su carrera y nunca se ha planteado rendirse.

El triunfo esta vez fue para Federer. Bien pudo caer en manos de Nadal. La leyenda se agranda para el suizo. En cambio, para los que los seguimos debe ser un recordatorio para no quejarnos, para estar siempre de pie, para ser del tamaño del compromiso que se nos presente.

 

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