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Festivales y conflicto

Columnista invitado EE
18 de marzo de 2016 - 04:09 a. m.

Celebro que El Espectador salude en su editorial al Festival Iberoamericano de Teatro. Yo también lo hago. Sin embargo, es excluyente de parte de ustedes dejar de lado al Festival de Teatro Alternativo, que tiene 27 años y se hace paralelamente al Iberoamericano. Y que, además de ser enorme, es eminentemente popular.

Sea esta la oportunidad, señores, para decirles que el teatro colombiano existe, que es un movimiento con una trayectoria muy importante y que su importancia se debe a la conexión y permanencia de teatros independientes que funcionan, en su mayoría, en salas durante todo el año. Algunos de ellos de manera sistemática, como el teatro La Candelaria, que está celebrando 50 años ininterrumpidos de vida y de trabajo y al que el Festival Alternativo le rinde homenaje en esta edición.

La paradoja es que entre los grupos de teatro existe en este momento un malestar que se expresa en una dura polémica, por un lado, debido a los escasos presupuestos para la cultura y el teatro. Pero también, al hecho de que no se cuente con las y los artistas como sujetos necesarios en la resolución del conflicto. ¿Cómo se puede pensar un país que intente resolver el conflicto armado y social sin el arte, la ciencia y la cultura?

El Festival Alternativo en esta ocasión cuenta con 70 grupos, 28 de ellos internacionales, y con una programación de 150 funciones, además de los talleres y encuentros... Ustedes se preguntarán, ¿por qué un festival paralelo? Y la respuesta está en que somos diferentes. Para nosotros lo determinante en el teatro es el carácter popular. Nos importa mucho que la gente pueda tener acceso real a todas las obras. Nuestros abonos cuestan $30.000 para seis obras. Y contamos con grupos de una trayectoria y un reconocimiento por fuera de toda duda, como el Malayerba de Ecuador, El Galón de Montevideo, el Teatro de los Andes de Bolivia y el Teatro La Candelaria de Bogotá, entre muchos otros.

Compartimos con ustedes el enunciado de que en el año de la paz “el arte se convierte en la mejor medicina para contar las historias que llevan tantos años en silencio”. Estamos de acuerdo. Pero ese arte, que muchos de nosotros y de nosotras hacemos todos los días de la vida, debe tener la posibilidad cierta de llegar a la gente. Y para eso se requiere de nombrarlo, de reconocerlo, de incluirlo. Que quede claro que no atacamos el Festival Iberoamericano. Es un festival importante que cuenta con un público que puede acceder a él. Y eso tiene un valor. Pero no es suficiente. Este país necesita, con carácter de emergencia, trabajar en el relato nacional en muchas voces y lenguajes, un relato que, como dice el profesor Jesús Martín Barbero, Colombia no tiene. Y ese relato, sin duda, será el salto cultural que producirá la paz. Y no cualquier paz, una paz justa y honda que indague, como lo hace el arte en la Colombia profunda.

* Directora Festival Alternativo.

 

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