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Fuerte Kochi en India

Enrique Aparicio
14 de mayo de 2016 - 11:13 p. m.

El capitán Willem Schouten era un recio marino curtido en el mar del comercio y la guerra dentro de la más estricta tradición marinera holandesa, quienes en 1600 eran dueños y señores del negocio de ultramarinos y tenían la flota más grande del mundo.

De pronto apareció Jeroen den Bosch, primero de a bordo y contramaestre por más de 20 años en los navíos donde Schouten había estado de capitán.

-¿Puedo hablar con franqueza mi Capitán?
-Hazlo y sé breve, mi tiempo está contado.
-Mi capitán, si no da la orden de ataque, los portugueses desde el fuerte nos ocasionarán serios daños.

Schouten rugió: ¿Qué pasa con usted Jeroen? ¿No me conoce? ¿Se le olvidó quién soy? ¿Cuántas veces ha sido testigo que una escuadra del Reino haya sido destruida por una orden mía? ¡Cuénteme!
-Nunca Capitán.
-Señor Den Bosch, le están temblando los huevos.
-Si soy franco, sí señor.
-Míreme a los ojos hijo de puta. Para que le vuelva la confianza piense en las balas de 24 libras que disparan los cañones portugueses y que podrá encajar una por el culo donde no haga bien su trabajo.

Lo que iba a suceder en pocas horas era el cambio del balance mundial. La guerra de dos leones: Portugal, que había marcado territorio 150 años atrás para manejar el lucrativo mercado de las especias, y Holanda, el león joven dispuesto a apropiarse a zarpazo limpio del territorio y orgullo portugués. El capitán esperó a que se disiparan las nieblas del amanecer para evitar que se entorpeciera el campo de tiro de las cañoneras y mandó a izar bandera.

Después de una cruenta batalla Portugal abandonó su bastión. Con la salida de los portugueses, Holanda se instaló por 130 años en Kochi con el beneplácito de los indios pertenecientes a la familia reinante.

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La llegada a Kochi desde Mumbai con la novia, como todo en India, te depara sorpresas. Es como entrar en el trance indio, en su mentalidad, su manera de hacer las cosas, su comida, su pobreza y su actitud humilde, su enorme riqueza histórica y material. Siempre repito: quien visita a India por primera vez decide si volverá o no. Una decisión para siempre.

Escogimos una pequeña casona-hotel con la atención y mentalidad india, es decir muy agradable. Abandonamos cualquier idea de un hotel con las amenidades occidentales. Al llegar a la recepción se nos notificó que el secador de pelo se debía devolver una vez utilizado.

Nuestro cuarto con madera muy vieja y ventiladores en el techo, también muy viejos, me hizo pensar en algunos lugares de la costa nuestra. Un mundo de sorpresas cada segundo. La cama nos deparaba una que otra sorpresa divertida: llena de espejitos en la cabecera, en donde termina, en el techo con un velo que parecía de primera noche, o en su defecto sitio de retozo de medio día, o el resultado de varios tés indios para que la imaginación de las 11 de la noche comenzara a producir alucinaciones y ver el lecho como un sitio para practicar el Kama Sutra, no incluido en el precio. Mi novia solo dijo: esto de los espejitos es como para profanar cualquier parte de mi cuerpo. El comentario me llevó a hacer como los tres micos famosos, ni veo, ni hablo, ni oigo.

En Kochi, la capital de la provincia india de Kerala, el alcohol está prohibido. Sin embargo India es un continente recursivo, hasta en las situaciones mas simples. Salimos con la idea de tomarnos una cerveza súper helada. Hacían 35 grados con calor húmedo. Después de preguntar en varios sitios llegamos a una “casa de té”. , Nos invitaron a entrar. Pedimos una cerveza muy helada. El mesero, vestido con un impecable atuendo tradicional formado por un dhoti -pantalón– y una kurta -túnica- blancos, apareció con una tetera grande y con una sonrisa nos sirvió sendas porciones de cerveza en dos tazas.

A mí este puerto de la India me encanta por su contenido histórico. Es la entrada a la bella provincia de Kerala. Más bien la provincia de Kerala con sus paisajes exóticos nos empujó a ver mas allá del ladrillo y los tuc-tucs -autos de 3 ruedas que movilizan a buena parte de los indios-.

En el centro de Kochi se encuentra una playa llena de mercaditos y ventas de todo tipo de productos. Ahí se puede ver cómo operan las famosas redes traídas por los pescadores chinos hacia el siglo III -ver You Tube-.

Nunca dejo de pensar en que el mundo está lleno de parajes especiales esperando que uno vaya a conocerlos. Por ahora la nota es solo un recuerdo de la visita a un lugar donde la historia cambió de rumbo.

Ver You Tube.

 

Que tenga un domingo amable.
 

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