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Gay Talese

Óscar Alarcón
01 de diciembre de 2015 - 02:00 a. m.

Truman Capote es un maestro en eso que han dado en llamar el nuevo periodismo.

Su novela A Sangre Fría es una de las clásicas en este género, lo mismo que La Canción del Verdugo de Norman Mailer o La hoguera de las vanidades de Tom Wolfe. Son todos norteamericanos, igual que Gay Talese, quien nos visitó hace pocas semanas invitado por Seguros Bolívar para la entrega de sus premios de periodismo.

Tuvimos oportunidad de departir con esa leyenda viviente del periodismo norteamericano, escuchar su conferencia sobre la prensa comprometida que hoy se hace en los Estados Unidos, el país conocido en el mundo como el adalid de las libertades. Talese, además de escribir muy bien, se viste mejor, con su habitual sombrero. No sólo le confeccionan los vestidos, sino también los zapatos. Su afición por el buen vestir se debe a que su padre, que fue un inmigrante italiano, era sastre, igual que su madre, y viéndolos trabajar, tomando medidas, cortando las telas y cosiendo, dice que aprendió a fijarse en las cosas para describirlas, como lo hace un buen periodista. Por eso son famosas sus crónicas, como la publicada en Esquire, Frank Sinatra está resfriado, en donde sin tomarle una declaración hizo un extraordinario perfil del personaje. Simplemente lo vio y lo describió.

Sus libros son descriptivos, de la vida real y de no ficción. Hizo uno sobre The New York Times, el periódico en donde se inició, que llamó El reino y el poder, y recientemente apareció, finalmente en español, Los hijos, que es la historia de una familia italiana, la suya, en donde muestra el sueño americano.

Este autor del nuevo periodismo se diferencia de ese otro grande, como lo fue Capote. El autor de A sangre fría era gay declarado, en los años en que ni siquiera existía el clóset para salirse de él. Talese, en cambio, se llama Gay y no lo es, tanto que se perdió de su casa dos años para escribir un libro extraordinario sobre la prostitución y la vida sexual en los Estados Unidos: La mujer de tu prójimo. Y como el hijo pródigo, regresó luego de concluido su trabajo profesional.

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