Gracias, Obama

Juan Carlos Botero
12 de enero de 2017 - 09:49 p. m.

Por su ejemplo y liderazgo a lo largo de ocho años turbulentos.

Por promover sin pausa un agenda de inclusión, tolerancia y respeto.

Por su familia ejemplar, de la que no se conoció un solo acto negativo, un conflicto de interés o una sospecha de nepotismo o influencia indebida.

Por Michelle, esa dama admirable y generosa, bella y sonriente, de una tenacidad, sensibilidad social y compasión fuera de lo común.

Por su presidencia libre de escándalos.

Por su honradez y elegancia.

Por haber mantenido el aplomo, la clase y la compostura en medio de los ataques más infames y racistas, como cuando Trump cuestionó su origen y religión con secuelas que aún perduran, pues gran parte del país todavía cree que Obama es un musulmán que no nació en EE. UU.

Por Obamacare, un logro formidable a pesar de una oposición radical, con más de 20 millones de nuevos asegurados, y por haber eliminado la traba de las condiciones pre existentes.

Por salvar al país de la peor recesión económica desde los años 30.

Por rescatar la industria automotriz y, con ello, salvar el hogar y el empleo de miles de personas.

Por concluir la absurda, costosa y sangrienta guerra de Irak.

Por Osama Bin Laden y por el acuerdo nuclear con Irán.

Por la apertura con Cuba y por cambiar una estrategia que ningún otro presidente, a pesar de ser claramente una política fallida, había tenido el coraje de cuestionar.

Por prohibir la tortura, y más después de que esta aberración se elevó a política de Estado durante el gobierno anterior.

Por reducir el desempleo de manera espectacular, pasando de más del 10 % al asumir la presidencia a menos del 4,7 % en la actualidad, al punto que hoy muchos economistas hablan de empleo pleno en EE. UU.

Por mantener la serenidad cuando Trump ganó las elecciones y, pensando en el bienestar del país y en la solidez de las instituciones, facilitar una transferencia del poder pacífica y sin una sola queja o tropiezo.

Por tener la lucidez de rechazar el canto de sirenas de la política de austeridad que sedujo al resto del mundo después de la crisis del 2008, con sus efectos desastrosos a nivel económico y social en tantos otros países.

Por la perentoria reforma financiera.

Por abrir el país al pacífico con su acuerdo del TPP.

Por legalizar el matrimonio igualitario.

Por poner el tema de la violencia sexual en la agenda política.

Por promover fuentes limpias y alternas de energía, y por ejercer un papel de liderazgo en la lucha contra el cambio climático y lograr el acuerdo de París.

Por su elocuencia que siempre se manifestó en su oratoria pública.

Por tantos discursos memorables, como el del Cairo en 2009 y el de la Asamblea de Illinois en 2016.

Por haber tenido la generosidad de nombrar a su rival, Hillary Clinton, secretaria de Estado, y luego por haberla apoyado en las últimas elecciones.

Por reconocer haber fracasado en temas como el control de armas y el cierre de Guantánamo, pero por lo menos haberlo intentado.

Por su realismo político y a su vez por su idealismo a prueba de fuego, el que animó e inspiró a multitudes alrededor del globo.

Por su legado y grandeza. Y por mucho, mucho más, Barack Obama. Porque su presidencia, con sus aciertos y desaciertos, fue una constante lección de patriotismo y cultura ciudadana. Por eso nos hará tanta falta este gran ser humano.

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