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Gringo viejo en Colombia

Arturo Guerrero
22 de enero de 2016 - 02:16 a. m.

Ambrose Bierce fue un gringo anormal.

De infancia sórdida, rencoroso con sus padres, misántropo, soldado voluntario en varias guerras, arisco, asmático, abandonado por su mujer, escritor implacable. En su siglo XIX alcanzó nombradía semejante a la de Poe.

Para no desentonar, a finales de 1913 se unió a las huestes mexicanas de Pancho Villa donde encontró muerte sigilosa al año siguiente, hace poco más de un siglo.

¨!Ah! Desaparecer en una guerra civil ¡qué envidiable eutanasia!¨: esta fue su postrera y cumplida voluntad.

Obsedido por su figura, en 1985 Carlos Fuentes se estrenó en la fama con la novela ¨Gringo viejo¨, llevada más tarde al cine por Luis Puenzo, con Gregory Peck interpretando a Bierce.

Uno de sus géneros favoritos fue el aforismo. Su obra más célebre, ¨Diccionario del diablo¨, traducida al español por Rodolfo Walsh, es eso: una colección de frases chispeantes disfrazada de enciclopedia.

Pues bien, allí plasma el retrato más apegado a sí mismo. A propósito de la palabra ´anormal´, se despacha con la siguiente agudeza:

¨Que no responde a la norma. En cuestiones de pensamiento y conducta, ser independiente es ser anormal, y ser anormal es ser detestado. En consecuencia, el autor aconseja parecerse más al Hombre Medio que a uno mismo. Quien lo consiga, obtendrá la paz, la perspectiva de la muerte y la esperanza del Infierno¨.

¨Diatriba contra el Hombre Medio¨ -así, con mayúsculas mayestáticas- podría titularse esta corta pieza que, como todo bien afilado aforismo, comprime un hipotético tratado de trescientas páginas sobre la libertad personal.

El escritor de Ohio terminó de preparar su diccionario en 1906, cuando su país no era la potencia hegemónica en que terminó convertido tras las dos guerras mundiales.

De modo que, además de torpedero simbólico de su tiempo, resultó profeta de lo que vendría en el siglo siguiente. Y de lo que somos hoy.

Paz, muerte e infierno son las condenas que avizora para los seres ´normales´, que se acomodan a la norma. Naturalmente esa ´paz´ no sería la ausencia de guerra, sino el ´océano de mermelada sagrada´ de que habla Estanislao Zuleta al referirse a un soso e irrealizable mundo sin conflictos.

Lo opuesto a ese hombre del común es el ´uno mismo´, el independiente, el que nada contra la corriente. Como lo fue Bierce hasta su muerte a los inciertos 72 años en las sierras del México insurgente.

¿Qué habría dicho este gringo viejo y amargo, de haber vivido en la Colombia de hoy? Por increíble que parezca, también la entrevió en su pantano de polarización política y en su vaivén de ideologías. Así define el adjetivo ´conservador´:

¨Dícese del estadista enamorado de los males existentes, por oposición al liberal, que desea reemplazarlos por otros¨.

Es como si el veneno que fue su vida le hubiera infundido una lucidez a prueba de máscaras y halagos. Con bisturí secciona los órganos infectados y comprueba que, por encima de consignas y colores, es dable para el hombre parecido a sí mismo diferenciar entre la esencia y el ruido.

arturoguerreror@gmail.com

 

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