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Hacerte feliz

Fernando Araújo Vélez
18 de septiembre de 2016 - 02:00 a. m.

Recordarás aquella tarde en la que hablamos sobre vernos en el otro, y sentirnos y eternizarnos y ser la justa medida del otro.

Tú la mía, yo la tuya. Recordarás a la señora que recogió el collar de hilos de corazones que se te cayó porque yo no pude anudártelo bien. Nos prometimos hacernos felices, y hasta conversamos sobre lo que era la felicidad, y concluimos que era plenitud y complemento. Palabras vacías, en realidad, porque nunca sabremos ni podremos definir felicidades ni plenitudes. Cada quien va por la vida con su idea de felicidad. A veces prestada, heredada de lo que nos han dicho y repetido. A veces sacada de un día, de unas cuantas horas en las que reímos y corrimos y creímos que esas escenas, o mejor, esos sentimientos, se podrían repetir. No. Es una utopía y una estupidez creer que algo se repite. No se repiten ni la escena ni las sensaciones ni la risa. No se repite nada.

No se repetirá aquella tarde en la que nos vimos uno en el otro. Por eso nos equivocamos. Nos equivocamos tanto que quisimos seguir, prolongar, conocernos y dejarnos conocer y hacernos felices. Yo mismo te dije ese día que quería hacerte feliz, llevado por las películas y los libros y las canciones rosas, ignorando, queriendo ignorar, que nadie hace feliz a nadie. Ni feliz ni amargado ni nada. Seremos felices, sea lo que sea que signifique esa palabra, cuando nos asumamos y botemos a la basura nuestras caretas y seamos capaces de admitir que no es el otro el que te hace feliz, sino que tú tomas, robas de ese otro lo que llena tus vacíos. Cuando yo te veía, por ver el brillo de tus ojos y perderme en cada línea te traía lo que fuera, lo que pidieras. Y tú, no lo vayas a negar ahora, al escuchar mis bobadas te sentías tan radiante, tan llena de vida, que me besabas y todo lo demás.

Por eso estuvimos todos estos tres años juntos. Creíamos que amábamos al otro, cuando en realidad tomábamos del otro, lo robábamos, y el fin era nuestra dicha, nuestro placer, no el del otro. Si yo quería que estuvieras bien, no lo era por ti, era porque tu bien me hacía bien a mí, y acá me detengo en eso de amar y me pregunto, te pregunto, si en realidad amamos a alguien en esta vida cuando en el fondo lo que buscamos son nuestras satisfacciones. Ya sé que dirás que tú querías mi bien por mí y punto. Es una frase repetida que repetimos tanto que ya ni la pensamos, como aquellas de que nos amamos todos, luchamos por los demás, somos solidarios y demás. Hoy te extraño, sí. Extraño tu espontaneidad, tus no poses y lo graciosa que te veías cuando ensayabas frente al espejo un gesto “social”. Extraño que todo eso me hiciera feliz a mí.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

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