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Hidrocarburos, una promesa sin futuro

Julián López de Mesa Samudio
13 de julio de 2016 - 08:22 p. m.

El modelo económico en el que está encarrilado el Gobierno colombiano está basado en tres pilares fundamentales: hidrocarburos, minería y agroindustria.

Esta postura no sólo es discutible en términos medioambientales, sociales y culturales, sino que es probable que en muy poco tiempo nos lleve hacia la ruina económica. Es particularmente inquietante la apuesta por perpetuar el negocio de los hidrocarburos y hacer depender de éste a los otros dos pilares del modelo —la minería y la agroindustria—, ya que tal y como están estos planteados hoy en día, su éxito está atado al petróleo y sus derivados.

En 1956, el geofísico M. King Hubbert presentó su teoría del pico petrolero (el punto máximo de producción tras el cual se entra en un acelerado declive terminal) y predijo, acertadamente, que en 1970 Estados Unidos alcanzaría dicha condición. Según la fórmula de Hubbert, aplicable al mundo y a cada país individualmente, tras alcanzarse el pico petrolero hay una rápida caída en la producción, pues el costo de realizar la extracción supera las ganancias derivadas de la misma. Entonces, los rendimientos del negocio decrecen rápidamente, lo que obliga a las naciones a tomar decisiones de fondo: de un lado, pueden garantizar su seguridad energética futura previendo e invirtiendo en energías renovables y sostenibles; de otro, pueden seguir apostándole tercamente al negocio de los hidrocarburos exprimiendo como sea lo poco que aún queda.

Colombia alcanzó su pico petrolero en 1999, según el Departamento de Energía de los Estados Unidos. Es por eso que, este año, nuestro Gobierno se ha decidido a utilizar el fracking y otras tecnologías extractivas nocivas, para postergar de cualquier manera, irresponsablemente y sin medir consecuencias, los devastadores efectos de haber alcanzado dicho pico petrolero hace 17 años.

Según el Reporte Hirsch, publicado por el mismo Departamento de Energía estadounidense en 2005 y actualizado en 2007, los países deben empezar a hacer la transición de la dependencia de los hidrocarburos a energías sostenibles y renovables por lo menos 20 años antes de alcanzar su pico petrolero, para mitigar los efectos que se avecinan con el fin de la producción y para que los mismos no sean tan catastróficos… A pesar de esto, la opción a la cual le apuesta Colombia es seguir postergando unos pocos años más los estertores moribundos de su industria petrolera.

Los contratos de fracking (que a lo sumo aplazarán diez o 15 años más la agonía de la industria) ya están firmados, y aunque jurídicamente se pueden revertir, esto no ocurrirá: todo se justificará con cifras y estudios fácilmente manipulables y se esgrimirá la palabreja “desarrollo” para acallar a los detractores; se argüirán motivos de corto plazo disfrazados como promesas de largo aliento para camuflar los intereses particulares. Empero, lo que sí les puedo asegurar a todos aquellos involucrados en la decisión de atar el destino económico de toda Colombia a un negocio caduco que ya no es rentable ni sostenible; a nuestros dirigentes, que se aferran por su egoísmo, su cortedad de miras, su vanidad o sus intereses personales a los hidrocarburos como motor de la economía nacional, les aseguro que la historia los juzgará y los condenará, y que sus nombres estarán indisolublemente ligados a uno de los períodos más oscuros y vergonzosos de la patria.

Atalaya.espectador@gmail.com, @Los_Atalayas

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