Imaginando el final del 17

Lorenzo Madrigal
09 de enero de 2017 - 02:00 a. m.

Quiero pensar en el año que comienza, en forma algo distinta: no tanto en qué irá a pasar, como augurio, sino en qué se encontrará al final, sin asegurar necesariamente que estaremos vivos para verlo. Final de año que nunca está lejos, según el correr vertiginoso de los días.

Para el próximo diciembre, Estados Unidos y el mundo ya sabrán a qué atenerse con respecto a Donald Trump. Se desvelará algo de esa rara amistad con Vladimir Putin y qué explicación pueda tener o si los encontrados intereses de una renovada guerra fría los habrán puesto otra vez en guardia.

No haré las veces de analista internacional, ni falta que hace, y menos en asuntos de comercio o negocios, para vislumbrar lo que producirá Trump en el mercado asiático, por ejemplo. Dejémoslo ahí.

También, para esa fecha se conocerá cómo se desenvuelve la política de inmigración y si tanto preludio agresivo se habrá disipado, enfrentado el magnate disociador al muy estabilizador aparato del Departamento de Estado.

Tal vez al final de año el mundo esté recuperándose de episodios dantescos y criminales, con origen en el Estado Islámico, que los habrá sin falta y Occidente esté precavido.

Personalmente pienso que Donald Trump será el último presidente norteamericano del que me tocará enterarme en este mundo y lo lamentaré mucho, pues creo que pondrá fin a un largo espacio histórico en que los ciudadanos de Occidente nos hemos sentido aliados y confiados en Norteamérica, desde la segunda guerra. También Rusia pertenecía a esos aliados de los 40, pero bien se sabe que unos quedaron de ese lado y otros de éste, sin remedio.

¿Y cómo será nuestro país el próximo diciembre? Creo ver a Humberto de la Calle ya orquestado y afinado para ser el candidato del Nobel y de su cohorte oficial. Sabemos cómo funciona esto, cuántos cerrojos y guardas van a encerrar la suya como la candidatura oficial inamovible y así conseguir la Presidencia.

El compromiso de Santos por la paz es asegurar la continuidad del proceso, con el aval de la opinión pública o sin él. La dictadura innegable que se explicitó en el rechazo a los resultados plebiscitarios, en cooperación con la izquierda noruega, no da esperanzas para una alternancia en el poder, como la que permitieron verdaderos demócratas, al estilo Alberto Lleras del año 46, quien no dudó en “entregar” (tal se decía) el poder al adversario, ganador de las elecciones, como era y es elemental regla democrática.

Para ese final del 17, el país habrá sufrido los rigores de la reforma tributaria y de los sobrecostos de vida y bajos sueldos, pues aquello de la inmunidad de la canasta habrá sido desvirtuado por los factores múltiples que le llegan de manera indirecta.

En ese final del 17, si llegamos, habremos saciado nuestra curiosidad de enero, aunque nada hay nuevo bajo el sol, se ha dicho.

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