Publicidad

Islamofobia, homofobia y armas

Arlene B. Tickner
15 de junio de 2016 - 04:26 a. m.

Una vez se supiera que el responsable de la masacre de Orlando se llamaba Omar Mateen, que era de origen afgano y que había llamado a la línea de emergencia 911 para profesar su lealtad al Estado Islámico antes de asesinar a 49 personas —en su mayoría latinos y afroamericanos— en un club gay, tanto los medios conservadores como el candidato republicano, Donald Trump, circularon la tesis simplista y en el fondo xenofóbica del terrorismo islámico.

Si bien ese grupo terrorista ha venido incentivando ataques descentralizados por parte de “lobos solitarios” con los que no tiene vínculo directo alguno y se atribuyó la responsabilidad de la masacre, la asociación automática de ésta con el fundamentalismo religioso, e incluso con la intolerancia musulmana hacia la homosexualidad, minimiza los trastornos que sufre Estados Unidos en su interior.

Desde la decisión de la Corte Suprema el año pasado de permitir el matrimonio gay, las medidas homofóbicas, en especial en los estados del Sur, se han acrecentado. La prohibición de que las personas transgénero utilicen los baños públicos y el aval para que un establecimiento o individuo se nieguen a prestar cualquier servicio a una pareja del mismo sexo por objeción religiosa, ejemplifican más de 100 medidas aprobadas en 22 estados cuyo efecto es legalizar la discriminación contra la comunidad LGBT. No debe sorprender, entonces, que ésta sea víctima frecuente de los crímenes de odio.

Pese a que el “asesino musulmán” (quien de ser “blanco” y “cristiano” no llevaría tales adjetivos) había estado en el radar del FBI por simpatizar con varios grupos radicales, pudo comprar un fusil automático AR-15 —el mismo utilizado en las masacres de San Bernardino y Sandy Hook— sin revisión de sus antecedentes ni de su estado mental. Con un tercio de la población armada —en especial los republicanos, blancos y personas mayores que habitan zonas rurales— y grados palpables de polarización, los tiroteos masivos en el país, en su mayoría con armas obtenidas de manera legal, han aumentado igualmente desde el año 2000.

Si los extremistas en Estados Unidos se salen con la suya, Orlando reposicionará el fundamentalismo islámico como la amenaza más grande que enfrenta —como ha venido ocurriendo en Europa—, cuando los problemas de fondo son otros. En este caso específico se entremezclan la islamofobia, la homofobia y una cultura armamentista que ha hecho del país el más violento del mundo desarrollado. Al tiempo que la Asociación Nacional del Rifle y los republicanos en el Congreso bloquean todo intento de restringir el acceso libre a las armas mediante una hipócrita defensa de los derechos constitucionales, los sectores conservadores cultivan el rechazo a la diferencia étnico-religiosa, sexual y racial como un prejuicio legal y social aceptable.

Como señaló Barack Obama en su dolida reacción a lo que fue en el fondo un crimen de odio, “no hacer nada activamente (ante lo que está ocurriendo) también es una decisión”.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar