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La ciudad de la luz

Gonzalo Silva Rivas
25 de noviembre de 2015 - 02:00 a. m.

Francia es el destino turístico más importante del mundo y arrastra con suficiencia una industria que desde la última década del siglo pasado se encuentra en la mira del terrorismo.

Reconocidos y bulliciosos epicentros de viajeros en Europa, Asia y África, han padecido en los últimos años una andanada de ataques mortíferos, y varios de ellos han claudicado o se han restringido para el turismo. Sus valiosos atractivos -en algunos casos milenarios- parecen hoy lapidarias postales.

Es el caso, por ejemplo, de Egipto, Marruecos, Túnez, Líbano y Siria, países sitiados por la coacción terrorista, y signados con la impronta de su alto riesgo. Antes de la Primavera Árabe, en 2011, estas naciones recibían millones de turistas, cuyos ingresos constituían el principal alimento para sus economías. Pero las ofensivas criminales espantaron visitantes, y maravillas como las pirámides egipcias, atestadas de gentes en sus buenas épocas, se convirtieron en solitarios testimonios de la historia.

Egipto, que nutría sus arcas con una mayoritaria tajada de su industria turística, ha perdido el 50% de sus visitantes -desde los 15 millones de 2010- y su ocupación hotelera se desploma a menos del 15%. Siria, el principal punto de referencia de la crisis humanitaria que sacude al Medio Oriente, con un sector turístico que hace cinco años florecía gracias a un sustancial mejoramiento de su infraestructura, se enterró como destino y, al contrario, hoy son miles de nacionales los que huyen en ataúdes marítimos para encontrar refugio en las costas europeas. Líbano perdió por completo su principal flujo turístico, proveniente de Europa, y Túnez, en cuyo último atentado murieron 19 visitantes extranjeros, sintió el desplome del sector en 60%.

En occidente sus principales destinos turísticos padecen la amenaza del terrorismo, pero sostienen su mercado, debido a que los hechos sufridos han sido aislados en el tiempo. Estados Unidos, víctima del más espectacular ataque terrorista de toda su historia -aquel luctuoso 11-S de 2001- afrontó considerables consecuencias económicas, agravadas por las afectaciones mundiales en el sector del transporte aéreo. Al cabo de un poco más de tres meses estabilizó su situación y descartó que la magnitud del acontecimiento debilitara su demanda de viajeros. Igual ocurrió en Madrid, 2004, y Londres, 2005, donde a través de prontas y positivas reacciones oficiales se abortó el riesgo que generaba la pérdida de flujos turísticos por la acción de los movimientos extremistas. Hoy, Bélgica se contrae y Europa toda se coloca en estado de alerta.

Francia vuelve y juega como rehén de esta tragedia que se toma el mundo. En enero pasado sintió la arremetida criminal que diezmó al semanario satírico Charlie Hebdo en París y como resultado sufrió un temporal corto circuito que alejó el ingreso de visitantes. Pero el nuevo y más duro golpe que recibe -diez meses después- pone otra vez en la cuerda floja la estabilidad de su industria turística. El primer resultado -la caída de las acciones de las empresas del ramo y las asociadas al lujo- la acomoda una vez más en cuarentena a la espera de tiempos relativamente tranquilos.

Francia lidera el escalafón del turismo internacional. 85 millones de visitantes al año le soportan el 10% de las plazas laborales del país y le cubren el 7% del PIB. En tanto que París, la tercera ciudad dentro del ranquin global de viajeros, recibe un flujo de visitas superior a los 42 millones, que le inyectan a las arcas locales recursos cercanos a los 20 mil millones de euros anuales.

Sobre el planeta se ciernen las sombras de un enemigo invisible y disperso para el que no existen reglas. El turismo se encuentra en una nueva encrucijada. La guerra terrorista o la convencional de los Estados es mala señal y prende las máximas alertas. Renovar la confianza requerirá de algo más que de excepcionales productos turísticos y de excelentes infraestructuras para explotar la actividad. Pero mientras se desata el nudo gordiano, la romántica París intenta restablecer la calma y tras la oscura noche del 13 de noviembre busca revivirse no solo como la capital del amor, sino como la emblemática ciudad de la luz.

gsilvarivas@gmail.com

 

 

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