La conveniente revocatoria de Enrique Peñalosa

Antieditorial
09 de enero de 2017 - 02:00 a. m.

Sin más preámbulo, dejo en este escrito los argumentos para mostrar, una a una, las inconsistencias de la nota editorial de El Espectador “La inconveniente revocatoria de Enrique Peñalosa” (01-04-17), aceptando la invitación a presentar una iniciativa de “contraeditorial”.

Por Ricardo Rey Rosanía*

Sea lo primero indicar que la revocatoria y el voto programático (al que no hace alusión el editorial) son caras de la misma moneda que fueron incorporadas al ordenamiento constitucional para canalizar la inconformidad ciudadana por un escenario pacífico y, por otro lado, para disuadir la costumbre de los políticos irresponsables de hacer demagogia prometiendo lo que no se puede cumplir o engañando (como se hizo en el plebiscito) al elector. Por lo anterior, como reza en los documentos constituyentes, voto programático y revocatoria van de la mano.

Segundo, el editorial (a destiempo) hace alusión a los intentos de los contradictores políticos del exalcalde Gustavo Petro de revocarlo, pero, con inocultable calculo político, El Espectador deja por fuera la evidente razón de que a Gustavo Petro lo pretendían destituir por cumplir con el Programa de Gobierno que había inscrito según los mandatos legales y que, como quedó demostrado, golpeaba los privilegios de poderosos contratistas que, amangualados con una mayoría en el Concejo, usaron “todas las formas de lucha” para evitar que Petro sacara adelante la propuesta de la Bogotá Humana, incluida la obra del metro subterráneo, hoy nuevamente aplazada por un anuncio de “metro alto y esbelto”, que no cuenta con los estudios de detalles que ordena la ley, denunciados en varios debates por el concejal Hollman Morris.

Tercero: oponerse a la revocatoria con el argumento de que “causa desgastes” y “distrae los recursos y por ende sabotea los proyectos de ciudad…”, como dice El Espectador, sea lo primero decir que un “desgaste” lo produce la dinámica ciudadana camuflando la verdadera razón que los distintos comités han argumentado, como lo es el engaño de Peñalosa a la ciudadanía. El alcalde mayor faltó a la verdad (incluido el falso doctorado); es la esencia que respalda la revocatoria. ¿Acaso no es esta un camino para tramitar un conflicto (natural entre dos visiones de modelo de desarrollo urbano) de manera pacífica? Por otra parte, reconocer que se distraen los recursos públicos en la revocatoria, sin eufemismos, es poner al desnudo que la administración de Peñalosa usará la plata pública para contrarrestar la iniciativa ciudadana, asunto abiertamente ilegal. Deben los organismos de control poner la lupa sobre estos dineros, sobre todo los gastos de publicidad y comunicaciones.

Finalmente, la nota editorial responsabiliza de la “polarización” a los promotores de la revocatoria, pero no dice nada sobre el abandono de Peñalosa de los lineamientos establecidos en los distintos Planes Maestros (incluido el de la movilidad), poniendo patas arriba el esfuerzo continuo que ha hecho Bogotá, sobre todo en el proyecto del metro subterráneo. Se deben realizar foros para develar las mentiras y negocios de Peñalosa, motivos suficientes para la conveniente revocatoria. 

* Politólogo.

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