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La filosofía cotidiana del NO

Luis Peña
16 de septiembre de 2016 - 04:23 a. m.

Contrario a lo que dijo Humberto de la Calle, si los acuerdos no son refrendados no es por haber negociado mal sino por no haber hecho nada para transformar la filosofía cotidiana del ciudadano de a pie frente a la seguridad, la violencia y la política.

La refrendación de los acuerdos es una disputa ideológica central en la resolución de los conflictos y la territorialización de los acuerdos en una sociedad altamente dividida como la colombiana.

Pero ¿en qué consiste esa filosofía cotidiana de las personas mas propensas a votar por la no refrendación de los acuerdos? En un estudio sobre el sentido común político que adelantamos en la Universidad Rennes 2 le preguntamos a las personas de cuatro localidades de Bogotá cuál es la fuente más importante de inseguridad, cómo se debe actuar para combatirla y quién es el responsable de evitarla. Sus respuestas nos permiten destacar cuatro rasgos de esa filosofía cotidiana, que llaman la atención sobre los temas en los que debería estar concentrada la estrategia por el si.

El primer rasgo es la existencia de fuertes posturas anti-izquierdistas. En algunos relatos la gente atribuye los problemas nacionales y locales de seguridad (por ejemplo, la delincuencia común y las hoyas) a lo que llaman izquierda, es decir, a un heterogéneo grupo compuesto no solo por partidos políticos. Consideran que el objetivo de la izquierda es imponer un régimen basado en la inmoralidad y la corrupción. Un segundo rasgo son las posturas abiertamente autoritarias para enfrentar la inseguridad y que se sirven de una división entre los buenos y los malos ciudadanos construida sobre la base de la deshumanización y la apatía moral. Una tercera faceta dentro del sentido común politico de las personas es que se considera al sistema de justicia y al estado de derecho como alcahuetas de la delincuencia y como una barrera para la obtención de la seguridad rápida y efectiva. En esa lógica, “el Estado” es considerado como débil o maniatado por normas, leyes y actores dentro del mismo Estado que hablan de protección de derechos humanos, por ejemplo. Esa idea refuerza el anterior rasgo sobre el uso de mano dura y la justicia por mano propia. Asi, el “Estado” también aparece como un enemigo de la sociedad, argumento muy común entre los opositores del proceso de paz. El último rasgo es que hay una representación sobre la configuración política externa que sirve para extender las clasificaciones, tales como amigo-enemigo, al resto de los países. Por eso el sentido común es un sentido comun geopolítico. Entre las personas este rasgo se expresa en la idea de la existencia de una supuesta alianza entre la izquierda local (organizaciones sociales, ONGs y políticos) con la izquierda internacional (Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua).

El reto es grande porque esa filosofía cotidiana está definida por la construcción de amenazas y miedos, que en una matriz altamente individualista, tiene un poder normativo más grande que el optimismo. Sin hacer algo específico para transformar esos rasgos del sentido comun político en diferentes niveles, mucha gente continuará entendiendo el proceso como un acto más de corrupción, como la claudicación de las instituciones, como una humillación y ganará el no.  ¿Conocen ustedes las estrategias del Estado para dar esa lucha ideológica? ¿Cuáles son las suyas propias?
 

 

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