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La necesidad tiene cara de perro

Mauricio Botero Caicedo
30 de octubre de 2016 - 02:37 a. m.

La anunciada Reforma Tributaria llegó con aciertos y con desatinos, con garrote y con zanahoria.

El ministro de Hacienda ha dado a entender que se trata de una “reforma estructural” –que les va a servir es a futuros gobiernos– y con admirable discreción se abstiene de confesar que con urgencia se requiere arbitrar nuevos recursos, porque el gasto público se ha rebosado: desde el 2010 los egresos vienen creciendo a un ritmo dos veces mayor que la inflación; y el endeudamiento, que prácticamente se ha doblado en ese mismo período, no es posible ampliarlo sin correr el riesgo de que nos quiten el grado de inversión. Dado que el déficit público puede estar entre los 30 y los 70 billones de pesos y que atravesamos una preocupante iliquidez, de no haber mayores ingresos a corto plazo el país va camino a la insolvencia. Es tan evidente el afán de arbitrar nuevos recursos, que en el Gobierno tratan de disfrazar los nuevos tributos, como aquel de los impuestos a las gaseosas, como medidas encaminadas a proteger la salud de los colombianos. La necesidad tiene cara de perro.

La improvisada reforma del 2014 de Cárdenas y Ortega (el de la DIAN) fue un rotundo fracaso: no sólo no consiguió nuevos recursos, sino que desincentivó la inversión nacional y extranjera. Si ya sabía el Gobierno de este descalabro, ¿por qué no actuaron antes para corregirla? La segunda pregunta es: ¿Por qué siendo el Gobierno consciente de que el desplome de los precios de los hidrocarburos traería estragos en las finanzas públicas (en el 2013 las rentas correspondían al 3,3% del PIB, rentas que desaparecieron en el 2016) no activó un plan de emergencia para aumentar los ingresos y reducir los gastos?

Como positivo en la reforma actual, y que debe estimular la inversión y el empleo, es reducir la tarifa de renta y permitir que las empresas descuenten del impuesto el IVA pagado por los bienes de capital. Es positivo igualmente que mantenga los estímulos a la hotelería y a las zonas francas. En el posconflicto el turismo es el sector que puede llegar a tener la mayor dinámica de crecimiento. Para compensar los efectos negativos del aumento del IVA sobre la distribución del ingreso, como recomienda Santiago Montenegro, se podría devolver el IVA pagado por las personas de menores ingresos con programas compensatorios. Dentro de lo negativo es que la tasa de impuesto de la renta sigue siendo entre 5 y 7 por ciento superior a países como Perú y Chile, y que el proyecto pretende, como ocurre con frecuencia con todo, que la evasión se resuelva con el Código Penal.

Apostilla: Para los “mamertos”, los ricos no pagan impuestos. Haciendo gala de su memoria selectiva, se le olvida a la izquierda que el uno por ciento de las empresas pagan el 80 por ciento de los impuestos de las personas jurídicas. Un porcentaje similar de aquellos con altos patrimonios cubren la renta de las personas naturales. Al no ser los dueños de estas empresas de la “Calle del Cartucho”, ¿de dónde sacan los “mamertos” que los ricos no pagan impuestos? Por otra parte, una desubicada analista afirma que el Estado tiene que recaudar más impuestos porque vendieron todas las empresas que les aportaban ingresos. El Estado en Colombia ha sido atávicamente un pésimo empresario. Con dos o tres excepciones, todas las empresas públicas perdían dinero, pérdidas que tenían que enjugar la totalidad de los colombianos con sus impuestos. Que el “Estado empresario” contribuyó con la carga fiscal es un mito urbano.

 

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