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La pintura que escandalizó a los ingleses en los años 20

Enrique Aparicio
27 de marzo de 2016 - 02:39 a. m.

El tren acababa de pasar la ciudad de Utrecht, vendría luego s’Hertogenbosch, Eindhoven, Sittard y finalmente nuestro destino Maastricht después de un viaje de tres horas, con una velocidad promedio de unos 130 km por hora.

Eran casi las 11 am cuando llegamos, pero el frío y viento del invierno parecían impedir la llegada de la primavera.
Escogimos con mi novia el sábado. La semana fue intensa, mucho trabajo. Pero lo más difícil fue aceptar que la humanidad nunca cambiará. Las mismas faltas de lealtad, los asaltos infatigables a la buena fe, los egos hipersensibles que al menor roce mutan en hábiles serpientes (mejor las serpientes) de tal manera que en ese estado de crispación mental apareció una invitación para la monumental feria del arte organizada por los holandeses, TEFAF. La más importante del mundo a decir de los que saben, lo que me permitiría borrar el disco duro de mucha basura y concentrarnos en aprovechar estar cerca a obras de pintores que han trascendido los siglos.

En este lugar todo se vende por miles de euros y de ahí para arriba. Los millones abundan. Las más selectas galerías mundiales participan. En nuestro caso, por ser invitados de la prensa, teníamos el privilegio de contar con una distancia de todo lo que pasaba, pero participando de cierta forma del ambiente de las compras y de las ventas.

El sábado iba mejor de lo que yo pensaba. Mi concentración ya caminaba por el sendero de las historias de pinturas en parte producto de mi imaginación y en parte por referencias históricas.

El desnudo más atrevido jamás pintado, según anunciaba la galería vendedora (Stair Sainty), titulado Salomé del pintor Federico Beltrán-Masses (cubano viviendo en París), se expuso en Londres en 1929, donde círculos muy conservadores (godos extremos) pidieron que se retirara y así sucedió. La Royal Academy y gente a quien la obra le despertó mucho interés, presionaron para que Salomé fuera de nuevo expuesta. En realidad se trata de que la modelo sabía poco de cómo cruzar las piernas. Ver You Tube.

Se anunciaba en exposición un cuadro recién descubierto de Rembrandt sobre el sentido del olfato -mirar You Tube-. Siempre aprovecho la oportunidad para comentar que este pintor, quizás el mejor de todos los tiempos, nació a una cuadra de mi apartamento hace más de 400 años. Murió endeudado hasta el cuello y como ocurre con algunos de los grandes pintores, su fama mundial creció exponencialmente después de su muerte.

En este nuevo cuadro del olfato, se observa a un hombre joven desvanecido que tratan de revivirlo dos seres de mayor edad. El pintor elaboró cuadros de los cinco sentidos y el del olfato era uno de los faltaba (ya habían aparecido la vista, el oído y el tacto). Sigue perdido el gusto. Se imagina uno el mundo de 1600, con la gente vestida en ropa multicolor. El hombre, quizás su padre, con collares y adornos y la mujer más austera y con una cara de preocupación real. Vivencias de un retrato de la época.

Hay una pintura que picó mi imaginación desde el primer momento. En el cuadro se ve la plaza de un pueblo campesino donde una mujer joven llena de tristeza, quien se supone que es una viuda reciente, recibe las miradas de tres mujeres también vestidas en forma muy simple, que la miran con cierta compasión. No dejé de pensar en la escena y me transmitió la representación de la soledad, de la fragilidad de ese ser humano, por la mirada de las tres personas se entiende que no tiene a nadie que la pueda ayudar. Más que una obra sobre un tema específico, se me ocurrió que la soledad y el dolor no son compañeros sino malos amigo que no se ayudan -ver You Tube.

El cuadro con un marco religioso al estilo sufrimiento corporal y misticismo me lo encontré en La tortura de San Bartolomé, elaborada en algún momento de 1600. El pintor no falla un trazo cuando describe las expresiones, el cuerpo del torturado y las caras de los verdugos. Lo que más me impresionó fue el trabajo que se tomó el artista en detallar cada centímetro de músculo y cuerpo del mártir.

El baño de Susana con un fisgón como testigo tiene gran fuerza. Desde la primera mirada queda clara la escena.

Hubo gran cantidad de obras, se exhibieron unos 30 mil trabajos, que incluyeron pintura, escultura, joyería, muebles, antigüedades, dibujos y más. Deambulé sin parar con cámara e imaginación, pero el tiempo pasó rápido. Me di cuenta porque la rabia que tenía adentro, las miradas permanentes al centro de mi ego y al ombligo se acabaron. Había logrado salir de mi propio castillo mental para poder mirar al mundo.

Como todos los años, hay una promesa que no he dejado de cumplir. Me dirigí al restaurante de las ostras (en la exhibición hay varios restaurantes que ofrecen de todo, caros y elegantes, bien puestos) para encontrarme con mi compañera que tiene una debilidad por estos moluscos que no he podido entender nunca. Me parecen seres babosos, vivos, que dan la impresión de querer navegar en mi saliva. Después de pedir media docena, una combinación de varias ostras de la mejor calidad provenientes de varios lugares de Europa y dos copas de champaña llegó la hora de regresar.

Eso sí, como los soles que acompañan al frío, veía por la ventana la naranja que daba la impresión de saltar entre árbol y árbol siguiendo nuestro recorrido de regreso a casa.

Que tenga un domingo amable.

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