La Política en la era Trump

Luis Carvajal Basto
16 de enero de 2017 - 02:00 a. m.

Incertidumbre y aumento de las tensiones, en el orden del día. Comienza un periodo de mayor inestabilidad mundial.

La llegada de Trump a la presidencia de los Estados Unidos es inédita en la política de ese país. Y no por que ganó perdiendo en el voto popular, por tres millones de votos, sino por el desafío que ha significado para sus propias instituciones la manera en que lo ha logrado. Los informes de las agencias de inteligencia sobre la intromisión Rusa en la elección no acaban de digerirse y no han sido conocidos por completo, pero han sido suficientes para que el mismo Trump aceptara, finalmente, que la intromisión existió. Expertos en política exterior como Max Boot, del Consejo de Relaciones Exteriores, han propuesto la creación de una comisión bipartidista en el congreso, para  esclarecer el asunto, mientras el Nobel Paul Krugman, como muchos, se pregunta qué va a hacer ese país ante lo que ya se califica como una elección  sub judice, y congresistas como John Lewis catalogan al gobierno entrante como ilegítimo.

Pero si es cierto que el nuevo presidente llega chocando con las instituciones, no lo es menos que su gobernabilidad va a estar complicada por la dura oposición Demócrata que ha sacado a relucir sus conflictos de intereses, con un yerno en los altos niveles del gobierno y sus hijos manejando sus inversiones. En el plano de opinión, si nos atenemos a su Twitter, no se observa que sus tensiones con los medios y las minorías raciales tiendan a disminuir. Encuestas creíbles, como la de la Universidad de  Quinnipiac, señalan que ya perdió parte importante de sus electores.

A nivel internacional su campaña estuvo centrada en promesas que afectan a los  socios comerciales de los Estados Unidos, fundamentalmente México y China. Y no parece, hasta ahora, que vaya a cambiar de criterio luego de elegido, como muchos esperaban: ha insistido en la construcción del muro y en que los mexicanos lo paguen, imaginamos mediante sanciones y  fuerza. Mientras tanto, las declaraciones del entrante secretario de Estado, acerca de restringir la entrada China a las islas artificiales que ese país construye, merecieron una dura respuesta, la primera de ese calibre en décadas: ha sido advertido de una confrontación  militar  que hasta hace pocos meses era impensable. El ambiente estaba ya caldeado por las anunciadas restricciones al comercio y sus acercamientos a Taiwán. A estas alturas no se conoce si insistirá en su propuesta  para revisar los aportes norteamericanos a la OTAN, que incomodaron tanto a la Unión Europea, ni su postura definitiva frente al cambio climático y a la ratificación del acuerdo de Paris, emblemas de la comunidad internacional.

Aunque el populismo fundamentado en la superioridad militar en que se  ha sustentado Trump, diciéndolo y sin decirlo,  no resista  divagaciones teóricas, su postura ha puesto en entredicho  las instituciones; el comercio y el orden construido en la posguerra. Mientras el mundo comenzaba a pedir comercio justo, además de libre, su proyectado retorno al proteccionismo tiene a la comunidad internacional en ascuas y a las empresas e inversionistas en un escenario recargado de incertidumbre. ¿Asistiremos a una nueva relocalización mundial de la producción? Al recuperar empleos en la industria, que perderán trabajadores chinos, mexicanos etc., ¿Quién asumirá los empleos del sector servicios que hoy representa el 80% del PIB de los Estados Unidos? ¿Los concentrará mientras los demás países “miran”? ¿Si, en el extremo, USA  reconcentra una mayor producción de bienes y servicios, con qué recursos le pagaran los demás en esa nueva división mundial del trabajo?  ¿Qué va a hacer su gobierno frente a la automatización y la revolución digital que continuará suprimiendo empleos?

Históricamente Colombia ha sido un socio relevante de Estados Unidos, con una relativa independencia  desde las épocas doradas del Réspice Polum, atenuado por el final de la era bipolar. Luego de las dictaduras hemos compartido los valores democráticos y el respeto al Estado de Derecho. Falta ver si al presidente Trump, que sigue ofendiendo a todos los Latinoamericanos con su muro,  eso le importe.  Aunque en principio las relaciones con Colombia no tendrían por qué verse afectadas desde el punto de vista comercial (nuestra balanza, con  TLC, es deficitaria desde 2014), no se puede decir lo mismo sobre los efectos que tendría una profundización  del prohibicionismo, que no ha generado resultados en Estados Unidos ni en ninguna parte, y a nuestro país ha dejado terribles secuelas de desinstitucionalización y violencia.

Nadie sabe hasta dónde llegará el nuevo presidente,  pero, sin posesionarse, se empieza a hablar de una confrontación nuclear mientras los, hasta ahora, aliados de Estados Unidos en el mundo están desconcertados. Si la política se va a reducir en adelante a la amenaza; al uso y ostentación de la fuerza y a los coscorrones, el populismo autoritario puede terminar de lastimar a  una democracia que ya traía  problemas muy complejos.

@herejesyluis

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