La revancha del urbano

Alejandro Marín
01 de junio de 2016 - 11:58 p. m.

Está circulando hace unas horas en la web un vídeo casero de Alejandro Sanz y J Balvin en un concurso de talento vocal sosteniendo una discusión de esas que les gustan tanto a los realities montar por necesidad de sintonía.

En el corto video, Balvin juega un poco el papel del niño rebelde de los entrenadores vocales y juega a la competencia como el formato gringo lo hace: a veces los jurados de estas competencias gesticulan y mueven su cuerpo frente a otros jurados en señal de triunfo, pero rara vez ha habido un enfrentamiento que termine en algún tipo de agresión o humillación verbal.

Pero a Sanz no le gustó la actitud de la súperestrella colombiana y sin medir las consecuencias, le reprochó a Balvin su participación en el reality como coach vocal. "Tú como ni siquiera cantas”, le dijo, agregando un par de comentarios sobre la apariencia del músico colombiano.

Podría decirse que Alejandro Sanz “canta más bonito” que J Balvin. Aunque dicho juicio depende mucho del gusto de quien disfruta a Sanz y quien defiende a Balvin. Podría decirse también que en un concurso de talento vocal un reggaetonero no tiene cómo ser un entrenador vocal que logre superar a Sanz.

Pero J Balvin no es solo un vocal coach más.

Decir que Balvin “no canta” en un reality no le quita que haya sido gestor de meterse, con su género, entre las faldas del “establishment” del pop que hace unos años Sanz y sus contemporáneos baladistas lideraron; sería mentir a favor del “talento” como si Balvin no lo tuviera: para los negocios, para la música, pero lo tiene.

Además de ser un hábil hombre de negocios, José Balvin ha ido permeando de todo tipo de influencias al género urbano. Este acercamiento refrescante de Balvin al pop actual viene conectado a los más importantes cambios sonoros de la industria comercial discográfica: el primero de ellos es el éxito rotundo de ‘Bailando’ de Enrique Iglesias con Gente De Zona.

El segundo es el impacto de artistas como Drake, Young Thug y Future en el hip hop norteamericano: artistas que, como Balvin, no necesariamente “rapean”, pero tampoco “cantan”, una especie de híbrido contemporáneo de la cultura urbana que Balvin ha sabido apropiar inteligentemente y con éxito para su enorme mercado latinoamericano.

Es así como J Balvin define el espíritu de la generación a la que le canta. Con su conexión con la música a través del baile en esta era de EDM y festivales para rumbear, el reggaetonero colombiano ya hace parte de los repertorios de dj's como Diplo y Skrillex hace más de dos años, quienes han internacionalizado sus canciones mientras que muchos de su género se dedicaron a seguir rapeando sobre pistas viejas de “dembow” jamaiquino.

Dicha cultura del “emceeing” o de “rapear" que primaba en el reggaetón a mediados de la primera década de este milenio ha sido reemplazada por un estilo mucho más “vocal”. El reggaetón ha ido mutando del emceeing a cantar, o a algo "parecido" a cantar, si se quiere, un instinto musical impulsado por el impacto del trap en el hip hop gringo, por el enorme impacto de la bachata dominicana en la cultura del canto y del baile populares entre los inmigrantes latinos en los Estados Unidos y por la forma como Balvin ha ido sacando de los esquemas a la cultura urbana en América Latina, inyectando en ella todos los elementos ya mencionados. “Ginza” no es un rap, por ejemplo, es más, ni siquiera es un reggaetón: es toda una canción de POP. De Pop latino.

Lo que le critica Sanz a Balvin nace de una visión personal. Para el cantante español, el colombiano no es un “colega”, un “intérprete”, un “cantante”, y según su alegato en el show, no debería ser entrenador vocal -en lo que le doy en parte la razón porque uno no ve a Dr. Dre en ‘The Voice’, uno ve a Adam Levine.

Sin embargo, carecemos de Adams Levines en este lado del charco; es decir, de cantantes que a su vez sean estrellas y no solamente vendan canciones sino que atraigan masas juveniles y generen conexión con ellas. Sanz no le importa a la gente joven como les importa Balvin.

Y si lo miramos desde el espectáculo televisivo, Balvin genera mucho más impacto en la sintonía del programa que Sanz, de la misma manera que al mirar rápidamente sus cuentas en social media le gana en presencia:

Sanz tiene un millón de seguidores en instagram: Balvin tiene diez millones.

Sanz tiene un poco más de medio millón de suscriptores en su canal de VEVO, Balvin tiene cuatro millones.

La canción actual con más views de Sanz no es de Sanz, sino de dos millennials llamados Jessie y Joy: 69 millones; mientras que ‘Ginza’ de Balvin tiene 550 millones de views.

‘Amiga Mía’, un éxito de catálogo de 1998, tiene algo más de 100 millones de views. ‘Bobo’, lo nuevo de Balvin, tiene en una semana más de 50 millones de views.

La imagen de Balvin opaca absolutamente a la de Sanz. Así como la de Sanz se va apagando entre la hoguera mundial del urbano en la cultura pop latina actual.

El negocio del pop es ahora el negocio de lo urbano. Y el negocio de la música depende de estrellas. La de Sanz se apaga, la de Balvin brilla, así Sanz diga que no canta. Cante aunque no cante, así es el pop: inclemente con el tiempo. Ya le tocará a Balvin y Sanz canta muy lindo, pero va de salida. Punto para Balvin.

Así es este negocio, socio. 

 

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