La sombra y el silencio en Berlín

Columnista invitado EE
24 de diciembre de 2016 - 02:00 a. m.

Como una montaña negra, entre las tiendas del mercado navideño destruido quedó el camión con que un terrorista aplastó a doce personas e hirió a decenas más.

Con la cámara de su celular, un testigo grabó los minutos después del atentado en Berlín. Se ve a varias personas en el suelo y otros más ayudándolas. Una persona, curiosa, se acerca a la parte trasera del camión donde yacen los cuerpos destrozados debajo de las más de 30 toneladas de hierro. Lo más tenso de los segundos posteriores al incidente dramático es el profundo silencio.

Nadie dice nada, nadie grita; ni los heridos, ni los espectadores. Todos quedan en un shock colectivo. Y así quedó todo un país. Muchos se preguntan cómo alguien puede acumular tanto odio como para conducir un camión hacia una multitud de personas inocentes.

Uno de los testigos manifestó que nunca va a olvidar el sonido de los cuerpos humanos chocando contra el camión; el mismo que escucharon los bomberos en el antiguo World Trade Center en Nueva York cuando docenas de personas saltaron al vacío y cayeron al asfalto. Esta vez no fueron aviones que explotaron en el corazón de una de las ciudades más libres, abiertas y multiculturales del mundo occidental. En esta ocasión fue un camión cualquiera, utilizado como un arma sorprendente.

El centro de Berlín occidental resguarda uno de los monumentos más significativos de esta hermosa ciudad, la Gedächtniskirche (iglesia de la memoria), la cual, destruida por las bombas de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, permanece como un símbolo de conmemoración y recuerdo de las consecuencias del odio y la intolerancia. Como las víctimas a su sombra, esta reliquia quedó en silencio, pero sus cicatrices aún nos cuentan la tragedia.

Si bien es cierto que los alemanes ya no conocemos la guerra y el terror, los millones de refugiados que el país recibió en los últimos años nos traen de vuelta lo que olvidamos y lo que pensábamos lejano. Éramos conscientes de que entre tanta gente que buscaba nuestra ayuda no había sólo personas buenas y conocíamos el posible peligro del terrorismo internacional. Aun así los recibimos porque el terrorismo se nutre de nuestro odio, como lo afirmó Antoine Leiris después del asesinato de su esposa en el club Bataclan en París, pero no le daremos tal gusto.

Actos como este último en Berlín, Niza, Beirut o Tumaco buscan separarnos, fortalecer el radicalismo político y el odio contra los miles de refugiados de buena fe. Colombia vivía el odio y está luchando todavía por la reconciliación; las bombas y actos atroces de la guerrilla y de los paramilitares dejaron profundas cicatrices en el alma de la nación. Alemania se enfrenta ahora a una barbaridad similar y es importante que se mantenga el sentimiento de unidad al recordar la sombra y el silencio que reviste a la Gedächtniskirche.

*Stephan Kroener. Historiador y blogger.

 

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