Las carnes, la OMS y los medios

Saúl Franco
11 de noviembre de 2015 - 02:00 a. m.

Está intenso y será largo el debate provocado por el informe de la Organización Mundial de la Salud –OMS- sobre el papel de las carnes procesadas y las carnes rojas en la producción de cáncer en humanos.

Es lógico que así sea dado que dicho debate tiene todos los ingredientes requeridos para atraer la atención de la opinión pública: un tema de interés general que toca cuestiones muy sensibles de salud, alimentación y ambiente; polémicos fundamentos científicos; mucho dinero de por medio; cuestionamientos al papel de los organismos internacionales; y titulares sensacionalistas que venden en los medios de comunicación, cuyas seriedad y responsabilidad vuelven a quedar en cuestión.

El trabajo del grupo de 22 expertos de la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer, IARC, entre los cuales sólo aparece de centro y sur América un uruguayo, parece riguroso, con bases sólidas y muy documentado. A partir de una ”revisión exahustiva de la literatura científica acumulada”, concluye que el consumo frecuente de carnes procesadas se asocia claramente con la producción de cáncer, en especial del colon y el recto, pero también del páncreas y la próstata. Que si el consumo de carnes procesadas es diario y en cantidades mayores, el riesgo aumenta. Y que el consumo de carnes rojas probablemente puede llegar a producir los mismos tipos de cáncer, aunque todavía no hay suficiente evidencia.

A pesar de las polémicas posiciones de la OMS en temas como la Cobertura Universal en Salud, o el manejo de problemas como la epidemia de gripe A(H1N1), está bien que uno de sus organismos técnico-científicos, para el caso la IARC, tenga el valor de hacer advertencias de este calado, a sabiendas de los intereses que toca y las consecuencias que pueden seguirse. Sin convertirlas en dogmas, hay que tenerlas en cuenta y tomar las respectivas precauciones. Por ejemplo: hay que reducir en serio el consumo de carnes procesadas. Y si bien no hay que dejar de comer carnes rojas, hay que tener cuidado con su consumo, diversificar las proteínas de origen tanto animal como vegetal y balancear cada vez mejor la alimentación, incluyendo más frutas y verduras. Obviamente estas previsibles reducciones del consumo van a afectar a productores y empresarios de las carnes. Su reacción no se ha hecho esperar.

En Colombia, donde proporcionalmente consumimos cuatro veces menos carne que en Argentina, el presidente de la Federación de Ganaderos –Fedegan – reconoció el carácter elitista del consumo de carne y desautorizó y trató de ridiculizar el informe de la OMS: “No coma cuento, coma carne… No es un producto de consumo masivo además, por su precio, pero todo aquel que quiera comer carne lo puede hacer sin ningún riesgo. No estamos descubriendo nada con este cuento de la OMS” (El Colombiano, 8, 11, 2015, página C-2). En Inglaterra, donde la carne es carísima, su industria genera 440.000 empleos y produce 2.8 billones de libras esterlinas al año – hoy una de ellas vale unos $5.000 –, el debate está también al rojo, como en muchos otros países.

No hay que pedirle a los medios masivos de comunicación que se comporten como publicaciones científicas o como actores neutrales en las confrontaciones de ideas e intereses sociales. Pero sí que, al tratar temas de esta naturaleza y tantas implicaciones, se ciñan a lo que realmente concluyen las investigaciones, ponderen los alcances de su información y sus titulares, y antepongan los intereses de la salud y el bienestar de la población al éxito de sus ventas y el ranking de lectores. Las dimensiones sanitarias, culturales, económicas y políticas de un problema, como los riesgos para la salud del consumo de ciertas carnes, requieren un manejo cuidadoso y muy responsable. En este caso, no siempre han sido las cualidades dominantes. Y aportaría muchísimo que lo fueran.

El autor es médico social.

 

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