Las mujeres de unos barrios

Tatiana Acevedo Guerrero
18 de septiembre de 2016 - 02:00 a. m.

El zika es una infección viral, transmitida por el zancudo hembra Aedes aegypti. Produce malestares con fiebre, rasquiña, brotes en la piel y ojos irritados como de conjuntivitis.

En Colombia la epidemia ha cedido hasta estabilizarse y darle paso a una fase “endémica”, en la que el virus continúa presente pero se propaga más despacio.  Hace poco más de un mes el Gobierno, en cabeza del saliente viceministro de Salud, Fernando Ruiz, declaró la derrota de la amenza. “Colombia es el primer país de las Américas que logra ponerle fin a la epidemia”, declaró Ruiz. También afirmó que desde que la enfermedad llegó al país, en septiembre de 2015, 99.721 personas fueron afectadas. Que puede transmitirse prenatalmente a través de la madre –y afectar el feto– y causar condiciones neurológicas entre adultos que la contraigan. Aún si en el país la epidemia se declaró controlada, otros casos siguen en alerta máxima.

Junto con organismos internacionales, los Estados Unidos han declarado una amenaza inminente. Tras reportar algunos casos en la Florida, las autoridades de salud norteamericanas entraron en una zona de preocupación y especulación. Algunos centros de salud, que realizan exámenes para detectar la presencia del virus, colapsaron por afluencia masiva.

Pese a los dos entusiasmos (el que predica el agotamiento de la epidemia nacional y el que denuncia la entrada de un extraño virus en el ámbito internacional), el del Zika no es un episodio imprevisto o desconocido en Colombia. Se hablaba parecido del Dengue durante la Santa Marta de los noventa y la Buenaventura de 2000. O de la Chikungunya en Barranquilla en 2014. O en Villavicencio a inicios de 2015. Síntomas similares, barrios parecidos, toldillos remendados, centros de salud entregando panfletos igualitos. El mismo zancudo propagando las enfermedades por entre las cocinas y las piernas de los sectores de siempre.

Tampoco es el Zika como una nube que se desplazará a otra parte para enfermar a todos con su paso. No es ni será una emergencia global, porque sólo cristaliza en condiciones sociales específicas, en contextos políticos y económicos muy particulares. Además de las rutinas de cultivo de aguas lluvia y almacenamiento de agua potable, contribuyen a la multiplicación del Aedes los problemas en la recolección de basuras y el desorden en tareas de reciclaje. Cada tapita de Coca Cola, de Pepsi, de Vive 100, es piscina potencial de larvas. Son cunas las áreas metropolitanas que crecen y carecen de infraestructura: no hay Zika sin rebusque. Ni hay tal amenaza mundial, pues las condiciones de posibilidad del virus dependen de precisas y desiguales geografías de agua. No barrerá con cualquier población el Zika, pues sus prerrequisitos anclan en ciertas carencias que no son universales.

Por esto es problemático proclamar su derrota. Aunque la respuesta fue coordinada y el Ministerio fue de los primeros en reaccionar entre las regiones afectadas de América Latina, esto no responde a la pregunta de por qué, después de Brasil, el virus se propagó más en Colombia en los barrios con cortes de agua y problemas de recolección de basuras. No afectó todos los habitantes de estos barrios, pues la deuda vigente y futura es con las mujeres. Dos terceras partes de los casos reportados de Zika fueron diagnosticados en mujeres. Este zancudo prefiere picar dentro de las viviendas en la mañana fresca previa al medio día –y hay quienes afirman que al merodear las piezas a esas horas encuentra más mujeres—. Así, de las miles de mujeres infectadas durante los meses de alta incidencia, hay muchas que darán a luz este mes. Hay otras tantas que estarán preocupadas por no contagiarse estando embarazadas (que temen brotes futuros). Que decidieron, ante la incertidumbre, interrumpir el embarazo.

Más que amenaza global o nacional, se trata de un problema que afecta la vida cotidiana de un grupo particular. De solo unos barrios sin infraestructuras que reciben un parte de angustia durante sus embarazos. De los embarazos que para las mujeres suelen ser, de por sí, momentos de inconmensurable soledad.

Sí, se acabó la amenaza, ¿pero para quién?

 

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