Líquido que no has de beber…

Esteban Carlos Mejía
14 de enero de 2017 - 02:00 a. m.

Hago lo que quiero y quiero lo que hago: escribir para ser feliz y ser feliz para escribir.

A punta de topetazos, chichones, blasfemias, desquites, augurios y exorcismos he llegado a ser lo que siempre he querido ser. Trato de pensar (o cavilar) por mí mismo, sin miedo al qué dirán, no dioses, no profetas, no mesías, no iglesias, no partidos, no religiones, no ideologías, no jefes, no cabecillas, no abusones. Más o menos solito con las estrellas. Y ahí voy con mi rabo de paja: ¿quién no?

Cuando acá escribo sobre novelas, utopías o literatura, me siento libre, en inalcanzables mundos paralelos. Para mí, todo es ficción. Casi todo. Y fabulable, si me aceptan el vocablo. Fabulable: aquello que puede ser transformado, mimetizado o sublimado en fábula, en fantasía, en literatura. ¿Una revisión con el oncólogo? ¡Mera fábula! ¿El saldo de la cuenta de ahorros? ¡Fábula de fábulas! Inventar la realidad, volverla a hacer a nuestro antojo, con hiel o con miel, no lo es todo, pero calma los nervios, como el vil metal. Lo digo por experiencia propia.

Ahora bien, hablar de política aquí, otra vaina a la que me dedico en esta columna, se ha vuelto un disparate. Vivimos en un planeta en disolución, en crisis permanentes, trances letales y cada vez más espeluznantes. Individualismo desenfrenado, pensamientos mediáticos, Estados sin Poder, Poderes sin Estado, consumismo auto erógeno. En 2015, en la introducción de su libro De la estupidez a la locura. Cómo vivir en un mundo sin rumbo, Umberto Eco ironizó que los partidos políticos “son taxis a los que se suben un cabecilla o un capo mafioso que controlan votos, seleccionados con descaro según las oportunidades que ofrecen, y esto hace que la actitud hacia los tránsfugas sea incluso de comprensión y no ya de escándalo. No solo los individuos, sino las sociedades mismas viven en un proceso continuo de precarización”. Son sociedades líquidas, según maestre Zygmunt Bauman, que en paz descanse.

En el Reino Unido, sí al Brexit, fuera de la Unión Europea. En Colombia, no al “Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”. En Estados Unidos, sí a un ególatra e incompetente. En Siria, todos contra todos, a sangre y fuego de Alá, el Más Perfecto. Hasta en el Vaticano: Borgias versus Bergoglios. ¿Demasiado apocalipsis? Es apenas la punta del iceberg.

No quiero amargarles la vida, mucho menos a principio de meses de electorerismo y zancadillas y marañas y posverdades. Pónganse las pilas, eso sí. Abran bien los ojos. Filtren las toxinas de Twitter, Gurisatti y Julito. Lean más y mejor. Crean menos y peor. Sospechen de los caudillos y sus mascotas. No se dejen pintar pajaritos en el aire. Traten de pensar por sí mismos. Sean conscientes de que vivimos en una sociedad líquida…

Rabito: “La antigua forma de hacer las cosas ya no funciona, pero aún no hemos encontrado la nueva forma de funcionar. Así que hay un vacío entre las reglas que ya no sirven y las que aún tenemos que imaginar. Lo que tú haces es señalar las contradicciones de unos líderes frente a otros, preguntar quién es mejor... Eso está bien, pero el verdadero debate es cómo llenar este vacío.” Zygmunt Bauman, 7 de noviembre de 2016.

Rabillo: El pez cae por la boca. Trump caerá por el ego.

Rabico: En Colombia tuvimos (y tenemos) un Trump. ¿Algún día tendremos un Obama?

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